La insoportable arrogancia moral de la izquierda española

EL CONFIDENCIAL – 22/02/16 – ESPERANZA AGUIRRE

Esperanza Aguirre
Esperanza Aguirre

· Lo que descalifica a la Rita Maestre de ahora no es la majadería de hace unos años. Lo que hace que Rita no pueda seguir siendo política es que ha mentido ante el tribunal.

La semana pasada nos ha dejado dos ejemplos muy significativos no solo de cómo se comportan, sino, sobre todo, de cómo justifican esos comportamientos los militantes de Podemos y sus “compañeros de viaje”: el juicio por el asalto a la capilla de la Complutense por parte de la hoy concejala y portavoz del ayuntamiento, Rita Maestre, y la reacción del concejal de Seguridad, Salud y Emergencias del Ayuntamiento de Madrid, Javier Barbero, contra los manifestantes que protestaban por una disposición tomada por él.

Vayamos con el caso de Rita Maestre. El pasado jueves se ha celebrado la vista oral del juicio contra ella por haber asaltado una capilla de la Complutense con el torso desnudo y haber proferido allí toda clase de frases insultantes contra la religión católica, sus jerarquías, sus creencias y sus fieles. Rita tiene ahora 27 años y los hechos juzgados tuvieron lugar cuando tenía 23. Aquel asalto y aquellos insultos buscaban, según sus declaraciones, protestar contra la existencia de una capilla en un centro público porque, según ella, esa capilla es una prueba irrefutable de que en España, Estado aconfesional, no se respeta la deseable separación entre la Iglesia y el Estado.

Dejemos a un lado, y es mucho dejar, el hecho incontrovertible de que en España (donde disfrutamos de un Estado de derecho de la máxima calidad entre los que existen en el mundo) existen miles de cauces institucionales y legales para expresar las opiniones que defendía Rita en aquel asalto, sin tener que recurrir a la violencia de entrar en un lugar de culto, recogimiento y oración con el ánimo de exhibirse y de ofender de palabra y obra a los que allí estaban y a los que profesan esas creencias religiosas (que en España son la mayoría de los ciudadanos).

Y digo que estoy dispuesta a dejar de lado esa objeción -que sería una enmienda a la totalidad- al fondo del objetivo que Rita dice que perseguía, para añadir algo que quizá pueda resultar escandaloso, y es que hoy estoy dispuesta a comprender y disculpar que, con esa osadía y esa arrogancia que los muy jóvenes tienen cuando se creen en posesión de la verdad, un grupo de chicas, probablemente de familias y padres burgueses, a los que, de paso, querrían escandalizar, llevaran a cabo la majadería que ahora se juzga. Y utilizo el término ‘majadería’ porque prefiero calificarlo con una palabra que puede tener hasta una connotación exculpatoria.

Bien, puedo estar de acuerdo con que una majadería, hecha en grupo (y todos sabemos que siempre ayuda a hacer majaderías el ir en grupo), no debe arruinar todos los años que le quedan de vida a los participantes en ella.

Como también estoy emocionadamente de acuerdo con monseñor Osoro, que, en una demostración práctica del mensaje de Cristo en contra de la venganza y en favor de la misericordia y la reconciliación, ha hecho público su perdón, en nombre de esa Iglesia de Cristo, que, por cierto, hoy está perseguida hasta el asesinato de sus fieles en muchos lugares del mundo, y que en España es insultada y vilipendiada en actos institucionales organizados precisamente por correligionarios de Rita, y ya no en edad juvenil.

O sea, que a mí me parece bien que, por una majadería de su primera juventud, que, además, es perdonada por el máximo representante de los ofendidos, Rita Maestre no tenga que arruinar su vida y quede descalificada para siempre, incluso para la actividad política.

Pero la Rita bullanguera y ansiosa de ‘épater les bourgeois’ de hace cuatro años ya no es la Rita actual, representante de los ciudadanos en el ayuntamiento y miembro destacado de su equipo de gobierno. Ahora, aunque sigue siendo joven, es una política en ejercicio, y ya no se le pueden aplicar todas las excusas que, afablemente, le he concedido antes.

Si hubiera hecho el discurso de la verdad, si hubiera reconocido que sí, que lo hizo, que fue una majadería de juventud, su crédito político estaría intacto

Lo que descalifica a la Rita de ahora no es la majadería de hace unos años, lo que la descalifica ahora es la mentira. Lo que hace que Rita no pueda seguir siendo política es que ha mentido ante el tribunal. Ya sabemos que un acusado no tiene obligación de decir la verdad en un juicio y que las defensas juegan con eso. Y es hasta posible que sus mentiras le sirvan para salir indemne penalmente. Pero Rita no era una acusada normal, es una política en ejercicio. Y con todo descaro, y en contra de las imágenes que los propios asaltantes, en una demostración palpable de su majadería, hicieron circular y de las declaraciones contundentes de los testigos -víctimas de aquel acoso a su libertad de conciencia y religión-, negó lo que todos hemos visto. Esto es lo que la descalifica: mentir.

Si hubiera hecho el discurso de la verdad, si hubiera reconocido que sí, que lo hizo, que fue una majadería de juventud, si hubiera pedido a todos los jóvenes que ahora la votan y hasta la admiran que nunca más hagan la majadería que ella hizo, su crédito político estaría intacto, aunque fuera condenada en el juicio. Y, por supuesto, seríamos muchos los que pediríamos su indulto.

Pero no, los miembros de la emergente extrema izquierda española viven convencidos de su superioridad moral y, por tanto, no se sienten concernidos por ese mandato ineludible que tenemos los demás políticos, y es el de no mentir so pena de ser descalificados para siempre.

Y otro día hablaremos de cómo esa arrogancia moral lleva al concejal Barbero a juzgar de manera radicalmente opuesta los acosos a políticos según sean adversarios suyos o amigos o él mismo.