Las chicas son guerreras

EL MUNDO  08/03/15
SANTIAGO GONZÁLEZ

Hace unos 35 años que el grupo Coz se instaló en el rock español con dos éxitos notables: Más sexy y, sobre todo, Las chicas son guerreras. Las candidatas del PP Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes estaban por entonces en edad de merecer y parecía cuadrarles la letra de esta última: «Jugar con ellas es como manejar la nitroglicerina / tienen más vatios que una nuclear, / y no son tan dañinas», aunque el texto sea manifiestamente mejorable y lo último esté por demostrar.

Esperanza Aguirre es uno de los animales políticos más cualificados del zoo español. Tiene un tirón insuperable para la derecha y concita unas fobias difícilmente superables en la izquierda, muy especialmente desde que en 2003 encadenó tres mayoría absolutas en las que se asentó hasta su dimisión, nueve años más tarde. Aquello, anunció, era su adiós a la política, aunque más bien parecía una pausa para que pasara el tajo que los recortes del Gobierno de España iba a dar al estadito del bienestar que ella administraba en la Comunidad de Madrid.

Entre los adversarios internos de Rajoy es la única que le ha aguantado sus pulsos. El legendario manejo de los tiempos que atribuyen al presidente del Gobierno. Mariano se limitaba a resistir en plan impávido como los grandes fajadores de antaño, hasta que los adversarios se cansaban y desistían. Aguirre le ha resistido siempre, incluso si algunos de sus colaboradores –baste citar a Granados o López Viejo– estuvieran implicados en el caso Gürtel y en las aspiraciones de Ignacio González se cruzara un ático en el sur y dos policías muy voluntariosos.

Cifuentes formó parte de aquel grupo de jóvenes dirigentes del PP que hicieron peña con el entonces rector de la Complutense, Gustavo Villapalos. Su nombramiento como delegada del Gobierno en la Comunidad de Madrid tuvo lugar muy poco después de que el alcalde Gallardón pasara a ser ministro de Justicia. Sucedió que el ministro no se llevó consigo a Marisa González, la portentosa dircom que nos hizo creer a muchos que el alcalde era un socialdemócrata ejemplar.

A Rajoy le ha salido bastante bien la operación. Ha dejado de ser el único partido sin candidatos para Madrid y de alimentar las esperanzas del PSOE, después del buen resultado de la operación Gabilondo. Aún sin conocer qué resultados obtendrían el ex ministro de Educación y Cifuentes en las autonómicas, es de suponer que al candidato socialista a la Alcaldía, Antonio Carmona, le habrá entrado el síndrome Piolín de Juanma Moreno frente a Susana Díaz.

Pero estas cosas están condenadas a dejar secuelas. El precio que se quiere cobrar el presidente nacional del partido es la salida de Esperanza Aguirre de la presidencia del PP madrileño, quizá en la esperanza (dicho sea sin señalar) de que, a partir de la Casa de la Villa, siga el camino de Gallardón hacia la nada, aunque esa es una medida del largo plazo muy generosa. Incluso para Rajoy.