Las lenguas no están en guerra

FERNANDO R. LAFUENTE, ABC – 28/04/15

· El de Garitano es un gesto torpe que no ayuda, ni por asomo, a ese reconocimiento de la pluralidad lingüística.

La frase se atribuye al Cardenal Richelieu cuando un representante de los rebeldes (o patriotas) catalanes que luchaban contra el Conde Duque de Olivares le confesó que en la entrevista se expresaría en castellano, a lo que el todopoderoso mandatario francés, que hablaba perfectamente español, le respondió: «Las lenguas no están en guerra». Nunca lo estuvieron. Nunca lo estarán.

El pasado viernes se celebró en el Institut d’Estudis Catalans el II Seminario Multidisciplinar sobre el plurilingüismo en España, organizado por la Fundación Ortega-Marañón y la Fundació Joan Boscá. España posee una riqueza cultural extraordinaria: cuatro lenguas españolas (castellano, catalán, gallego y vascuence) que forman parte del legado de la Historia. Cada una con sus andanzas y destinos. Pero, desde la Transición, esto no se ha sabido administrar, incluso, por dejación, se permitió a los grupos nacionalistas hacer bandera propia de un patrimonio que era de todos. Y la cosa ahí sigue, a peor. Pero las lenguas no están en guerra. Nunca lo estuvieron.

Gaizka Garitano, el debilitado entrenador del Éibar, tenía todo el derecho a expresarse en vascuence, una lengua española, ante la pregunta dirigida en ese idioma que conoce. Pero se da el caso de que el resto de los periodistas que acudieron a la rueda de prensa, tal vez, querían conocer la respuesta, por estrictos intereses profesionales, y Garitano, que conoce el castellano, se la hurtó. Es una cuestión de educación.

Puestos ya en el colmo de una exquisita educación, británica por ejemplo, incluso podría haber traducido la pregunta al resto. Porque todos los que estaban en la sala de prensa hacían su trabajo: el entrenador y los periodistas. Pero esto en la España actual es mucho pedir.

No se trataba de un capítulo de ninguna campaña electoral, se supone. No lo hizo así, él sabrá por qué. Un gesto torpe, poco elegante, que no ayuda, ni por asomo, a ese reconocimiento de la pluralidad lingüística española que solo se salvará si hay una voluntad común de respetarla y promoverla. Lo demás son gestos inútiles, quizá infantiles, como el de Garitano. Y así va la cosa.

FERNANDO R. LAFUENTE, ABC – 28/04/15