Los arrepentidos

IGNACIO CAMACHO – ABC – 11/11/15

· El voto tiene responsabilidades. Esta crisis de Estado no existiría sin la colaboración necesaria de dos millones de catalanes.

Hay una cosa, tal vez una sola, en la que los independentistas catalanes no han mentido: desde el primer momento anunciaron su intención, su compromiso más bien, de poner en marcha la secesión. Por tanto no ha lugar para llamarse a engaño; han hecho exactamente lo que prometieron hacer, con puntualidad y diligencia. Es posible que en el fondo fuesen de farol y se hayan visto obligados al final por la presión antisistema de la CUP.

Pero no hay nadie en Cataluña ni fuera de ella que pueda acusarles de no haber anunciado sus propósitos. La independencia era el punto principal, casi único, de su programa electoral. El que obtuvo el apoyo mayoritario –en mayoría relativa pero abundosa– en las urnas.

No valen, pues, excusas ni sorpresas. El voto es para mayores de edad porque se supone que se trata de personas capaces de madurar sus decisiones y sus consecuencias. Y toca responsabilizarse de él. La declaración secesionista del lunes no ha sido un delirio improvisado. Se trata de un delirio, sí, pero no improvisado ni solitario: casi la mitad de los votantes del 27-S lo respaldó con su papeleta de manera consciente, deliberada, voluntaria y libre. Propuestas, discusión y votos; así funciona el lenguaje político de la democracia.

Ahora parece que parte del soporte mediático y social del soberanismo se arrepiente de haber llegado tan lejos. Que sólo querían asustar, presionar, crear masa crítica para forzar al Estado a una negociación que mejorase el estatus de Cataluña. Que votaron por cabreo, por sentimentalismo identitario, por despecho. Que una porción del sufragio independentista no deseaba la independencia, sino tomar posiciones tácticas en la correlación de fuerzas. Pues es demasiado tarde para decirlo. Porque ni las papeletas tienen letra pequeña ni las urnas cuentan con libro de reclamaciones.

Este lío no lo ha formado sólo una camada de dirigentes trastornados por su propia quimera mitológica. Dos millones de ciudadanos avalaron con su voto ese dislate, que estaba expreso y advertido por ofuscado que resultase. Sin su anuencia complaciente, sin su colaboración necesaria, no se habría producido esta crisis de Estado que ahora les provoca a muchos biempensantes el vértigo del punto de no retorno. Eso era exactamente lo que buscaban: una especie de catarsis política que sacudiese la conciencia española. Ya la tienen. Quizá no la que esperaban, pero desde luego sí la que el nacionalismo había anunciado. Pueden sentirse de cualquier modo menos sorprendidos o engañados.

Está muy dicho y repetido que en democracia cada pueblo tiene el gobierno que merece. Este proyecto desquiciado es el que han merecido los catalanes, muchos de ellos influyentes, que le han dado las alas para su vuelo hacia el desastre. Arrepentidos los quiere el Señor, pero la Historia no suele conceder muchas oportunidades –y ya han tenido varias– de enmendarse.

IGNACIO CAMACHO – ABC – 11/11/15