Los ignorantes útiles de Podemos

EDURNE URIARTE, ABC – 18/11/14

· El movimiento anti-político tiene varios ingredientes y uno de ellos es el odio al poderoso.

No puedo llamarles tontos útiles. Porque entre ese amplio elenco de grupos y personas que entienden e incluso apoyan parcialmente a Podemos, aunque no vayan a votarles jamás, hay gente muy inteligente. Por eso prefiero pensar en ellos a la manera en que lo hacía Saul Bellow de algunos intelectuales que justificaron lo injustificable: «Se puede consagrar una gran cantidad de inteligencia a la ignorancia cuando se siente profundamente la necesidad de una ilusión».

Es una de las citas iniciales de Paul Hollander en «los peregrinos de La Habana» (1981) que, junto a «Los peregrinos políticos» (1981), es uno de los mejores análisis sobre los intelectuales occidentales que legitimaron las dictaduras comunistas. Entre los simpatizantes de Podemos hay de todo, no sólo intelectuales, porque las razones de las simpatías hacia Podemos son varias. Incluso hay empresarios y personas muy pudientes. Como me relata con notable irritación un amigo mío, él conoce a personas muy adineradas, de las que «han dejado de pagar mucho dinero al fisco con métodos más o menos legales», que expresan sus simpatías hacia algunas proclamas de Podemos. ¿Por qué? ¿Cómo es posible que personas que están en el punto de mira político de Podemos puedan contribuir a engrandecer un partido de extrema izquierda? Por el odio a los políticos, añade mi amigo, y estoy de acuerdo. El movimiento anti-político tiene varios ingredientes y uno de ellos es el odio al poderoso, en el caso de los anteriores, la intolerancia hacia alguien con un poder político que ellos nunca podrán lograr a pesar de su clase social.

Después, entre los ignorantes útiles hay dos grupos mucho más conocidos y reconocibles. Algunos intelectuales progresistas, por un lado, y una parte del socialismo, por otro. Esos intelectuales incluso han comenzado a admitir que Podemos es parte de un movimiento populista europeo en el que está tanto la extrema izquierda, la de Podemos o la de la griega Syriza, como la extrema derecha del Frente Nacional o los ultranacionalistas del UKIP. No le llaman extrema izquierda, claro está, se sienten muy incómodos con ese reconocimiento, pero han empezado a decir que el populismo es consecuencia del fracaso de los partidos tradicionales y de las instituciones democráticas (Véase, por ejemplo, Joan Subirats, «¿Populismo democrático?», El País, 16 de noviembre). Es decir, lo que era inadmisible y un peligro para la democracia, la extrema derecha francesa o austríaca, ahora, con el populismo del otro lado, debe constituir un aviso para reformar las instituciones democráticas en la línea de sus denuncias.

Y aquí se apunta el tercer ignorante útil, esa parte del socialismo que quiere cambiar la Constitución para satisfacer a los nacionalistas. Mientras emula a los chavistas españoles para ver quién destruye más y mejor los grandes consensos de la Transición, esos a los que en la actualidad sólo parece leal la derecha.

Simone de Beauvoir, recordada y admirada por tantos, escribió lo siguiente de la criminal dictadura china (una de las muchas citas impactantes de Hollander): «La vida en la China actual es excepcionalmente agradable… Una profusión de sueños acariciados quedan sancionados con la idea de un país donde el Gobierno paga al pueblo su paso por la escuela, donde generales y hombre de Estado son escolares y poetas» (1958). Seamos benévolos y llamémosle ignorancia útil.

EDURNE URIARTE, ABC – 18/11/14