La panacea

IGNACIO CAMACHO, ABC – 18/11/14

· La reforma de la Constitución es un frame político, un marco mental que da ventaja en el debate a quien lo formula.

Si los problemas esenciales de España se van a arreglar con una reforma de la Constitución, ya estamos tardando. Reúnanse los grupos parlamentarios en la ponencia correspondiente y no salgan, como en el Cónclave papal, sin la fumata blanca de un acuerdo sobre tal panacea. Es de temer, sin embargo, que ni el paro ni la corrupción ni la falta de crédito ni el desgaste institucional ni el deterioro de los servicios públicos y otros males del Estado se puedan remediar cambiando la preferencia sucesoria del varón en la Corona, atornillando la laicidad del Estado o con un retoque a la regulación de las consultas referendatarias.

Y la cuestión catalana, que tal vez sí cabría abordar con una nueva redacción del Título Octavo, está ya en una fase que no es posible encajar en un modelo territorial con el que han roto los independentistas. De manera que todo este ímpetu reformista no viene a ser más que un macguffin, un truco más o menos bien logrado del PSOE para recuperar protagonismo en el debate político. Aunque hay veces que los macguffins sirven para que avance la trama de un guión bloqueado.

La política posmoderna funciona con esquemas sencillos, marcos mentales descomplicados, mantras asequibles para un eslogan o una frase de Twitter. El gabinete estratégico socialista ha encontrado la fórmula de abrirse hueco en la cerrada agenda de confrontación que le obstruía el sitio en la escena. Frente a un Gobierno que dice sentirse «cómodo» en el marco vigente, un Podemos decidido a tirar la Constitución a la basura y un nacionalismo catalán echado al monte de la secesión, la socialdemocracia presenta su vaga propuesta federal como una vía intermedia, una opción tercerista. Ya está. No es menester concretar; se trata de tomar posición, de crear un frame, un cuadro. Algo sobre lo que discutir desde una ventajosa posición de iniciativa.

Eso lo han hecho bien, aunque es muy probable que la oferta rebote contra la impasibilidad marianista. La idea goza de cierta sintonía social porque la gente ve que el país no funciona, no tira, y siente la necesidad casi compulsiva de reformar cosas, de hacer cambios. Si el Gobierno no se muestra receptivo recibirá el marchamo de inmovilista, por lo que tal vez se dedique a ganar tiempo con un sí es-no es de comisiones de estudio y mesas de diálogo. Está muy visto: en mayo hay elecciones y cada cual volverá a la prioridad de su propio avío.

Lo más interesante de la oferta del PSOE es su perentoriedad, su premura. Si va a haber reforma ha de ser ahora, cuando el bipartidismo es todavía hegemónico en las Cámaras; más tarde la presencia tumultuosa de Podemos y demás fuerzas rupturistas hará imposible un amplio consenso. La siguiente legislatura tiene pinta de período constituyente, pero muy tenso y muy convulso. Sólo que si hay algo que este Gobierno jamás ha tenido es prisa. Salvo para subir los impuestos.

IGNACIO CAMACHO, ABC – 18/11/14