Los principales bancos escoceses desertan del «sí» a la independencia

ABC – 12/09/14

· Vuelco en las encuestas: el «no» a la secesión toma ahora cuatro puntos de ventaja sobre los independentistas.

Tras sufrir un «miércoles negro», con sondeos adversos y las primeras alertas de bancos y aseguradoras contra la independencia, Alex Salmond, el paladín de la ruptura, tampoco ha tenido un buen jueves. Ayer, Lloyds Banking y su filial, el Royal Bank of Scotland, participados por el Gobierno británico, anunciaron formalmente que trasladarán sus sedes sociales de Edimburgo a Londres ante una victoria del «sí». También habían hecho lo propio Tesco Bank, TSB y Clydesdale Bank. Los grandes almacenes John Lewis, muy populares entre los británicos, comunicaron abiertamente que se verán forzados a subir sus precios en Escocia si triunfan los nacionalistas. Lo mismo dijo Adsa, la segunda mayor cadena de supermercados del Reino Unido. El FMI advirtió que el nuevo país traerá «incertidumbre» y «una reacción negativa de los mercados».

Salmond remató su segundo día negro con otra encuesta, realizada además por la misma consultora que hace una semana daba mayoría a las tesis independentistas. El estudio de YouGov para «The Times» y «The Sun» da mayoría al «no» a la secesión, con un 52% frente al 48%. La ofensiva de Londres para evitar la separación de Escocia habría recuperado así tres puntos respecto al pasado domingo.

Salmond ha acusado el durísimo golpe de los dos grandes bancos con sede en Edimburgo en desbandada. En respuesta, arremetió contra la BBC con crudeza y exigió una investigación sobre cómo llegó a la televisión pública la noticia de que el Royal Bank of Scotland amenazaba con irse, al igual que Lloyds. El líder independentista culpó al Tesoro británico de la filtración a la BBC y de querer «hundir a los bancos escoceses».

Para rematar una jornada de reveses para los nacionalistas, Escocia amaneció con su diario de más circulación, «The Scotsman», una institución fundada en 1817, pidiendo el voto por la Unión con un editorial a portada completa. «La pregunta no es si Escocia podría ser una exitosa nación independiente, que podría serlo –explica el periódico-, sino si debe ser una nación independiente». Y recuerdan que el nuevo país se enfrentaría con tres problemas de enorme magnitud que lo sumirían en la pobreza y lo convertirían en un paria internacional: la carencia de una moneda propia tras ser expulsados de la libra, la salida de la UE («está claro que Escocia no sería aceptada como parte de la UE») y el problema de la defensa. Su conclusión es rotunda: «Estamos mejor juntos. El interés de Escocia no es crear división, sino continuar en la Unión y usar su fuerza para que nos ayude a continuar con nuestros éxitos».

Un baño de realismo a siete días de la cita con las urnas del próximo jueves, que sin embargo no va a arredrar a los nacionalistas más ideologizados, impermeables a todo argumento lógico. «Prefiero ser pobre, estar de pie y tomar mis decisiones libre, en mi país, que estar domado por los barones ladrones de Westminster», declaraba a Reuters, en una encuesta, Daniel Hargreaves, un joven de Edimburgo entregado a la causa del «sí».

En enero del 2012, David Cameron, el primer ministro británico, cometió el error de cálculo de ceder a las reclamaciones del nacionalismo escocés y anunció que les daría un referéndum «limpio, legal y decisivo». Cameron se sentía un estratega avezado al sorprender al Partido Nacionalista Escocés (SNP) con una oferta que iba más allá de lo que habrían soñado. Por aquel entonces, tanto él como Alex Salmond, el primer ministro escocés y líder independentista, creían en su fuero interno que el sentimiento separatista era en realidad residual en Escocia, acaso un 25%. Muchos analistas británicos estiman de hecho que Salmond amagaba con la independencia para quedarse al final a medio camino y conseguir más poderes, la opción más realista. Tan seguro se sentía Cameron de la victoria del «no que decidió jugárselo todo a la carta de una consulta que iba a ganar sin bajar del autobús, que diría el clásico Helenio Herrera.

Era la ocasión de acabar de una vez por todas con el permanente incordio victimista del SNP, más educado y respetuoso de las leyes que el separatismo catalán, pero similar en persistencia desestabilizadora. El premier no quiso preguntas ni ninguna posibilidad intermedia. La pregunta elegida es corta y a bocajarro: «¿Debería Escocia ser un país independiente?». A eso responderán el jueves los 4.285.323 escoceses que se han registrado ya para votar. Quienes hayan cumplido 16 años podrán participar

Emoción contra razón

Las dos partes han puesto boca arriba sus argumentos, en una pugna que se ha caldeado en las últimas semanas tras un arranque parsimonioso por parte de Mejor Unidos, la campaña del «no». Los nacionalistas venden que una Escocia independiente permitiría crear «una sociedad más justa e igualitaria», sin depender de una «élite de Londres». Los unionistas alegan que Escocia será más próspera y sus ciudadanos estarán más seguros si siguen dentro del Reino Unido, donde han permanecido los últimos 307 años. Pero el juego se le ha ido de las manos a Cameron. Solo tras encajar el pasado domingo el primer sondeo adverso, que hundió el lunes a la libra y a la bolsa, Londres parece haber despertado para darse cuenta de que en este cara y cruz la emoción podría derrotar a la razón. El miércoles, Cameron pidió el voto para el «sí» con una emoción que no se le conocía, con los ojos empañados. Miliband, el líder laborista y Clegg, el socio liberal del gobierno, también se trasladó allí.

Alex Salmond convocó ayer una rueda de prensa con medios extranjeros, en la que mostró su rostro más amable (tuvo también una ronda con los informadores británicos y el tono era bastante más hirsuto, con su durísimo ataque al Tesoro británico). En el día de la Diada, Salmond se desmarcó de la vía unilateral de Mas y Junqueras, que pretenden llevar a cabo un referéndum ilegal violentando las leyes democráticas españolas. El nacionalista escocés marcó claras diferencias: «El proceso escocés es legal y tiene el consentimiento de Edimburgo y Londres». Por lo demás, siguió instalado en su mundo feliz. En contra de lo que establecen los tratados, asegura que Escocia seguirá en la UE, porque «Europa necesita la pesca y la energía que le aportamos». En contra de lo que aseguran el Gobierno británico y el Banco de Inglaterra, enfatiza que Escocia conservará la libra esterlina y la seguirá compartiendo con el Reino Unido «por mutuo interés y sentido común».

Salmond acusó al Gobierno de «orquestar una campaña entre los líderes de las grandes compañías contra la independencia”. Y es claro que algo de eso hay, pues desde el lunes en Westminster han escuchado las alarmas y se han movilizado. Pero tal vez se podría llamar legítima defensa ante el intento de destruir su país.

ABC – 12/09/14