Médicos y curanderos

JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC – 13/05/15

· El principal problema de Pablo Iglesias y Albert Rivera es que ambos pretenden no ser políticos.

Albert Rivera ha hecho algo que nunca imaginé haría: sobrepasar en ingenuidad, inmadurez y rencor a Pablo Iglesias. Me refiero a su declaración de que sólo los nacidos después de 1978 deben dedicarse a la política. Ya el simple enunciado de tal principio demuestra, primero, un desconocimiento absoluto de lo que es la democracia. Segundo, ser bastante torpe, al echarse enfrente a los nacidos antes de esa fecha, cuyos votos necesitará si quiere llegar tan lejos como son sus aspiraciones. Es curioso, mientras Pablo Iglesias suaviza su discurso, Albert Rivera lo endurece. Ni el uno ni el otro ganan con ello. Gustaban por lo que parecían, por la frescura que traían a un escenario decrépito.

En cuanto se han puesto a manipular su mensaje original para ampliar su radio de acción o alejar los temores sobre ellos, la gente ha empezado a decir: «Huy, huy, éste ya no es el que era», y a mirarles con desconfianza. A Iglesias le pasó antes porque llegó antes a su cúspide. A Rivera empieza a pasarle. Y cuanto más hablen, pues no tendrán más remedio que hablar, más profunda será la brecha entre ellos y aquellos a quienes antes encantaban. La razón es bien sencilla: porque les conocerán mejor.

El principal problema de uno y otro, con ser tan distintos personal e ideológicamente, es el mismo, sin que hasta la fecha nadie haya caído en él: que ambos pretenden no ser políticos. Iglesias lo dice abiertamente y ataca a la clase política, a la que llama «casta», con extraordinaria virulencia, prometiendo licenciarla en bloque en cuanto llegue a La Moncloa. Rivera, que tiene mejores modales, lo da a entender, como ha hecho al excluir a los no jóvenes. Poniendo ambos el listón de colaborar con los demás partidos tan alto que va a ser difícil encontrar en la grasienta arena política alguien que lo salve. Pero, ¿se fijan ustedes en la paradoja? Si estos dos jóvenes no se consideran políticos, ¿qué hacen en la política? ¿Por qué se han medido en algo tan vulgar y sucio? Siempre podrán contestar: «Para limpiarla». Pero, de ser así, lo primero que tendrían que haber hecho era dejar claro que, una vez alcanzado ese objetivo –para el que dicen tener remedios más que suficientes–, se irán a casa.

Pero no, no; de ninguna manera, lo que anuncian es que planean quedarse por mucho tiempo. De hecho, como los políticos profesionales. Sin serlo. Y, para colmo, sin programa político. Pablo Iglesias parecía tenerlo, pero desde aquellas mañanas de la tele en que se despachaba a gusto saludando a Tsipras y atacando a la socialdemocracia, ha cambiado un par de veces de santoral, mientras Rivera, esto hay que reconocerle, se mueve con la inestabilidad del mercurio entre ideologías y personajes. De hecho, su único programa es no ser político. Y estos van a ser, según las encuestas y los más sesudos analistas, los árbitros de la política española.

 Claro que siempre hay gente que prefiere un curandero a un médico.

JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC – 13/05/15