Muerto en vida

CARMEN RIGALT, EL MUNDO – 30/07/14

· En un tiempo, Pujol era considerado un hombre de Estado, y tantas veces se dijo que acabó siendo dogma de fe. Aunque a regañadientes, hasta los periodistas más levantiscos lo sostenían. Un día, yo misma dije (y lo que es peor: ¡convencida!) que llevaba el Estado en la cabeza. Seguramente me había dejado impresionar por la fuerza de su imagen: Pujol era cabezón.

Fraga también llevaba el Estado en la cabeza y también era cabezón. Sin embargo, a él no se le conocía debilidad por el dinero, lo que le permitió llegar al final sacando conciencia en vez de pecho. Del Honorable, en cambio, no se podrá decir lo mismo. Pujol no pasará a la Historia, y si me apuran, ni siquiera a la Wikipedia. Es triste vivir tantos años ejerciendo de faro moral de Cataluña para acabar así, empotrado en la caricatura de un mezquino contador de billetes. El pasado de Pujol ha sido reducido a cenizas. Ya no le queda ni el apuntador, ni el coche oficial, nada. La historia del caudillo/president empieza por el final y es la que ahora cuenta.

Convertido en marioneta por la codicia de su familia (no perdamos de vista a Ferrusola, la matriarca que le empujaba al abismo), hoy se muestra a Jordi Pujol como un vulgar trincón expuesto a la ira de las tertulias, donde los participantes tiran a dar como en las barracas de feria.

Cataluña está consternada y atónita. Su decepción es proporcional a la fechoría perpetrada por el ex Honorable, a quien le crecen los ceros por momentos. El catalán más importante de los últimos 50 años se ha inmolado para salvar su conciencia (o el pellejo de los hijos). Después de esto ya no podrá mirar a la cara a ningún catalán. Bien pensado, quizás no le haga falta. Pujol no volverá a salir a la calle en busca del abrazo leal de esa gente para la que ha sido su referente durante lustros. Gente a la que ha dejado huérfana y descolocada frente al futuro que se avecina. Jordi Pujol es hoy un muerto en vida que camina irremediablemente hacia su extinción definitiva en el lugar reservado al olvido.

Muchos especulan sobre la suerte del proceso soberanista, ahora que las desgracias se abaten sobre CDC y los políticos caen como moscas. Seamos sinceros. Políticos como Pujol no hacen falta en Cataluña. El proceso avanza solo.