No somos Raif

ABC 24/01/15
LUIS VENTOSO

· A nuestros valerosos líderes su pasión por la libertad de expresión les ha durado cinco días

RAIF Badawi, de 31 años, está casado y es padre de tres hijos, que viven exiliados en Canadá con su madre. Se trata de un hombre menudo, de pelo largo y mirada atractiva. Badawi, ciudadano de Arabia Saudí, fundó un blog en 2012 al que llamó «Liberales saudíes». Aspiraba a que fuese un ágora digital para abrir un poco de debate religioso y político en un país donde las libertades están constreñidas por la aplicación estricta de la «sharia».

En su blog escribió que se sentía «profundamente preocupado porque los pensadores árabes tengan que emigrar para encontrar un poco de aire y escapar de la espada de las autoridades religiosas». También opinó que «el secularismo respeta a todo el mundo y no ofende a nadie, es la solución práctica». Raif expresó su rechazo a que «Israel ocupe cualquier país árabe», pero añadió que «tampoco quiero que sea remplazado por un estado religioso». Con un humor ciertamente más elegante y agudo que el del «Charlie», bromeó sobre un predicador saudí que había abogado por establecer una «sharia astronómica» para los estudios sobre el espacio. En general, se definía como «un liberal», consideraba que «vive y deja vivir es un excelente eslogan». El joven saudí abogaba por mantener la relación con Dios en el ámbito privado y del culto, y dejar la vida civil en manos de las autoridades laicas del Estado. En resumen, ideas moderadas, que expresaba sin tono hiriente o malsonante. En cualquier país occidental sus meditaciones resultarían aburridas obviedades que huelga recordar.

Raif fue detenido en 2012, por ofensas al Islam y a las autoridades religiosas. El pasado mayo lo juzgaron por segunda vez y lo condenaron a diez años de cárcel y una multa de 233.000 euros. Pero se añadió algo más: mil latigazos en plaza pública (en la condena inicial habían sido «solo» 600, pero se aumentaron). La flagelación se ejecutaría en tomas de cincuenta. El 9 de enero recibió la primera tanda. Ocurrió frente a una mezquita, esposado de pies y manos, en una plaza atestada de público de la ciudad costera de Jafali. En cinco minutos recibió los 50 golpes que le propinó un guardia con una vara fina y elástica. El público daba voces de «Dios es grande» y al final prorrumpió en aplausos. En honor a la verdad, el castigo no es de la truculencia que evocan las películas de esclavos y que de inmediato nos viene a la mente. Raif está vestido y no se ve sangre. Pero hubo de ser hospitalizado. Ayer le tocaba la segunda sesión, pero un comité de médicos saudíes recomendó esperar, porque su salud no resistiría una nueva flagelación. Los castigos físicos de esta índole contravienen los derechos humanos y el derecho internacional los proscribe.

El pasado domingo, Hollande, Cameron, Rajoy y otros relevantes líderes marcharon de la mano por las calles de París en defensa de la libertad de expresión. Ayer Cameron expresó su «profunda tristeza» por la muerte del Rey de Arabia Saudí, del que destacó «su compromiso con la paz y por el fortalecimiento de la cooperación entre las religiones». Hollande y Rajoy se expresaron en términos similares.

No hace falta ningún tipo de corolario. Quien lee un periódico es siempre una persona inteligente.