Palabras que duelen

Berlusconi, con ironía grosera y ofensiva, solo ha empleado palabras y ha tenido que tragarse sus palabras. Aquí, en nuestra tierra, los dirigentes del PNV, de EA y de IU no paran de emplear palabras igual de ofensivas que las utilizadas por Berlusconi. Dicen que estamos ante un Gobierno facha y que su política es neofranquista; llaman falangista a su presidente o le dicen que es «tan terrorista como los de ETA».

Berlusconi ha tenido que retirar su patosa observación. Hace una semana el primer ministro italiano, y presidente de turno durante seis meses de la Unión Europea, quiso hacer una broma y ofreció al parlamentario socialdemócrata alemán Martín Schulz un papel en una película que se rodaba en Italia. Berlusconi le proponía actuar como ‘kapo’ nazi. La gracia no se encuentra por ningún lado y las palabras de Berlusconi irritan no sólo a los alemanes, también a todos los demócratas europeos. Son palabras arrogantes, despectivas e hirientes. El asunto ha provocado un enorme revuelo en toda Europa. Ha sido primera página de los diarios de referencia europeos y ha copado las aperturas de los informativos de radio y televisión. Berlusconi ha tenido que disculparse, ha retirado sus palabras y su autocrítica ha sido aceptada por Gerhard Schröder. Queda sin embargo un segundo asalto, que deberá ventilarse en la sede del Parlamento Europeo.

Berlusconi, con ironía grosera y ofensiva, solo ha empleado palabras y ha tenido que tragarse sus palabras. Aquí, en nuestra tierra, los dirigentes del PNV, de EA y de IU no paran de emplear palabras igual de ofensivas que las utilizadas por Berlusconi. Dicen que estamos ante un Gobierno facha y que su política es neofranquista; llaman falangista a su presidente o le dicen que es «tan terrorista como los de ETA» (Madrazo di-xit), le acusan de no ser demócrata, etcétera. La lista es interminable. Las consecuencias políticas que se derivan de esas palabras son nada.

Hace unos años un miembro de HB, José María Olarra, llamó «nazi» a Fernando Múgica Herzog. Fernando Múgica era judío, su familia tuvo que huir de Polonia porque pertenecía a la eterna diáspora provocada por el antisemitismo. Múgica llevó el asunto a juicio y un juez que trabajaba en la Comunidad Autónoma Vasca sentenció a favor del insultador, le absolvió. Dijo que llamar nazi a un judío era una «crítica política» . Pasado los años a Fernando Múgica le asesinó un conmilitón del insultador, en febrero de 1996.

Dice el filólogo alemán, judío y comunista, Viktor Klemperer, que las palabras contienen dosis ínfimas de arsénico, uno las traga sin darse cuenta y pasado un tiempo ejercen su efecto. Hay palabras que pueden ejercer un efecto letal. Hay palabras cargadas de muerte, palabras de calibre nueve milímetros parabellum, palabras que son dianas, palabras que rezuman sangre. Y hay palabras que pretenden implantar la mentira, que quieren sacar al otro del tablero político, que pretenden apestarle, marginarle, hacerle invisible, meterle en la catacumba, que rima con tumba.

Decir que este Gobierno es ‘facha’ significa no saber lo que es un gobierno ‘facha’, que entre otros asuntos impediría que se le dijera eso en un medio de co-municación. Una cosa es criticar al Ejecutivo y otra cosa decir que es facha, o falangista o tan terrorista como ETA. Quien lo preside está vivo de milagro después de que ETA intentara asesinarle. La escalada verbal, el discurso nacionalista vasco, xenófobo y excluyente, rom- pe la convivencia, quiere vecinos apestados y no ciudadanos y es aprovechado por los que matan. Si uno habla de ‘brunete mediática’ o de ‘GAL mediático’ está contribuyendo también a inflar el clima criminógeno. Berlusconi se ha tenido que tragar sus horrorosas palabras. Aquí, otras palabras más gruesas salen gratis a quienes las emplean.

José María Calleja, EL CORREO, 9/7/2003