Poner sordina

ANA VELASCO VIDAL-ABARCA, EL MUNDO 26/02/13

· Si un ejército de varios miles de hombres estuviese en los Pirineos dispuesto a atravesarlos con engaños para ocupar España, el Gobierno no le diese importancia y ordenase que todo lo relativo a ese asunto fuese obviado o minimizada su importancia ante la opinión pública, la amenaza no desaparecería simplemente por ser ignorada. Seguiría ahí, al otro lado de la frontera, preparándose para la ofensiva.

Este fin de semana se ha celebrado el congreso fundacional de un nuevo partido político, que nace como consecuencia de la negociación entre ETA y el Estado y es la contrapartida pactada a cambio de que la organización terrorista deje de matar. Pero parece que no pasa nada, que no tiene importancia ni consecuencias.

¿Dónde está el error primigenio, la equivocación que ha llevado a que la democracia española legalice a un grupo que dice ser el depositario de la trayectoria criminal de ETA, asumiendo la amenaza que ello implica?

El error ha sido renunciar a la derrota del terrorismo, aceptar su sustitución por un proceso negociado de cesiones mutuas que ha proporcionado una salida de enorme recorrido al proyecto terrorista, a cambio de una indigna deserción por parte del Estado a las exigencias éticas mínimas imprescindibles que cualquier formación debe tener para poder tomar parte en la gestión de lo público.

¿Quién fue el primero que dejó de creer en nuestra superioridad moral? ¿Quién decidió que no éramos capaces de vencer? ¿Quién aceptó que era necesario renunciar a la justicia y a la verdad para alcanzar la paz? ¿Quién ha decidido que hemos de callar ante las continuas exigencias de impunidad para los asesinos? ¿Quién ha decidido aceptar los eufemismos, el lenguaje tramposo y manipulador, las equiparaciones entre víctimas y verdugos?

Quizá el primero fue Zapatero, o Eguiguren, o los dos, siempre azuzados por el PNV, pero después el Partido Popular se dejó arrastrar, se olvidó de la «traición a los muertos» de la que Rajoy acusó al PSOE en el Congreso y se sumó a la estrategia, cambiando la derrota por el «final» al que ahora también se califica como «ordenado», curiosa forma de aludir a la excarcelación de los terroristas sin que cumplan sus condenas.

La cuestión es que nos encontramos ante un final en el que ETA ha obtenido su legalización política y, con ello, la posibilidad de seguir existiendo, la promesa de impunidad y redención social para sus criminales y su legitimación histórica, mientras que nosotros nos tenemos que contentar con un compromiso temporal de no matar y nada más.

El infausto Manuel Godoy pactó con Napoleón la conquista de Portugal y fue España la que resultó invadida sin que, ante la evidencia de los hechos, los gobernantes de entonces reaccionasen. Hoy, nuestros dirigentes negocian a través de personas interpuestas con una banda de asesinos y confían en su palabra. Por mucha sordina que se intente poner, por mucho que se disimule, por mucho perfil bajo que se dé a lo que están haciendo, aunque no se hable del tema, el desistimiento y el engaño están ahí y el desafío también, acechando su momento, aprovechándose de una lectura de la ley poco estricta que ha decidido admitir en nuestro sistema democrático a los que tanto daño han causado y abiertamente manifiestan que lo quieren destruir. Y, por desgracia, aunque haya quien la quiera ocultar, la realidad siempre sale al encuentro.

Ana Velasco Vidal-Abarca es hija del comandante Jesús Velasco, asesinado por ETA en 1980, y de la fundadora de la AVT Ana María Vidal-Abarca.

ANA VELASCO VIDAL-ABARCA, EL MUNDO 26/02/13