Tonia Etxarri-El Correo

Carles Puigdemont estaba relegado a la irrelevancia de su autodestierro político en Waterloo durante los últimos seis años hasta que Pedro Sánchez necesitó el apoyo de sus siete escaños en el Congreso de los Diputados para gobernar en La Moncloa y, desde entonces, el prófugo de la Justicia se ha convertido en una pesadilla para la gobernabilidad de España. En esta campaña electoral catalana, el jefe de Junts no debate con sus adversarios, desde la distancia. Se limita a conceder entrevistas, agitar su campaña por las redes sociales y dar mítines en el sur de Francia mientras provoca a los de ERC. Van a favorecer que gobierne Salvador Illa, ¿sí o no? Él no lo hará. Lo repite hasta la saciedad. Cuando advierte de que no hará presidente al candidato de Pedro Sánchez en Cataluña, aunque resulte ser el más votado, solo quiere trasladar el objetivo de su plan: Illa, no; él, sí. O dicho de otra manera: para que se quede Sánchez en La Moncloa, él tiene que estar en la Generalitat. Quien fue capaz de burlar a la Justicia, dejar plantado a Oriol Junqueras y, ahora, atar en corto a Pedro Sánchez no tiene otro sueño en la cabeza que el de convertirse en el nuevo ‘Honorable’ de Cataluña, para lo que necesitaría que Illa le apoyara a él y no al revés.

Por eso el candidato socialista se está empeñando en abrir su margen de alianzas, poniendo coto a Vox y Aliança Catalana, pero dejándose querer por los secesionistas. Quién se lo iba a decir, hace tan solo unos meses, cuando aseguraba en los actos públicos que él jamás iba a apoyar una ley de amnistía. El caso es que Illa acaba de dejar un guiño a los independentistas más grande que la Masía del Barça. Piensa recuperar al mayor de los Mossos Josep Lluís Trapero para nombrarlo director general de la Policía autonómica. ¿Qué? ¿Cómo se quedan los de Junts? Pues les pinchan y les sale horchata. En primer lugar porque Trapero jugó un dudoso papel durante el ‘procés’ y en segundo lugar porque Junts no repara en brindis al sol. La financiación, el referéndum de autodeterminación son sus platos fuertes. Puigdemont, que va extendiendo el ‘procés’ a toda España, seguirá apretando.

El temor en La Moncloa a la reacción del prófugo, si se queda fuera del poder, explica las contorsiones de Salvador Illa. Virajes que han provocado que representantes del ámbito jurídico, empresarial, político, artístico y mediático hayan suscrito un manifiesto en el que animan a los ciudadanos de Cataluña a depositar su voto «constitucionalista y sin engaños». Desde la jurista Teresa Freixes hasta Francesc de Carreras, Resines, Juan Pablo Fusi, Trapiello, Redondo y Corcuera entre tantos, señalan que «el voto a Illa es un regalo a partidos secesionistas». No se fían. Han visto ya demasiados giros en el entorno de Pedro Sánchez. El presidente se la juega en las elecciones catalanas. Y no le interesa contradecir al prófugo de la Justicia. Menudo regalito le ha hecho con la futura ley de amnistía. Con Puigdemont no se ha resuelto la convivencia, sigue siendo la pesadilla.