¿Qué hay de la nación?

ISABEL SAN SEBASTIÁN, ABC – 26/02/15

Isabel San Sebastian
Isabel San Sebastian

· España conglomerado de valores y proyectos compartidos, patria común de todos los españoles, no parece interesar a nadie.

España S.A. va moderadamente bien. Ni avanza a tanta velocidad como la que describió, henchido de triunfalismo, el presidente del Gobierno, ni mucho menos languidece en el pozo de miseria que se empeñaron en dibujar los líderes de la izquierda. España S.A. sobrevive a la crisis más dura del último medio siglo lamiendo sus heridas, viendo cómo adelgaza, hasta quedarse en la raspa, una clase media obligada a soportar sobre su debilitada espalda el peso creciente del menguante Estado del Bienestar, y asumiendo, con resignación forzosa, que la luz del otro lado del túnel jamás resplandecerá tanto como la que había a la entrada. España S.A. es una empresa con dificultades, como las que sufren la gran mayoría de las empresas españolas, animada por la certeza de que, mal que bien, saldrá adelante. España Nación, la convidada de piedra en el debate parlamentario que paradójicamente lleva su nombre, tiene un diagnóstico mucho peor.

España conglomerado de Historia, valores y proyectos compartidos; España conjunto de anhelos, ilusiones, principios irrenunciables constituyentes de un entramado común; España Nación secular, patria común de todos los españoles, tal como reza la Carta Magna, no parece interesar a nadie, salvo los empeñados en destruirla, que avanzan a paso firme hacia la consecución de sus fines.

He seguido atentamente la sucesión de monólogos representada en el Congreso estos dos últimos días con una mezcla de tristeza e indignación, incapaz de reconocer en ese espectáculo ni el más pequeño vestigio de la esperanza con la que acogí hace cuarenta años el advenimiento de la democracia en mi país. Ni una referencia a la Educación, sumida en una crisis profunda que lastra cualquier posibilidad de futuro. Tampoco a la Universidad, convertida en trinchera del totalitarismo político sin la menor relevancia académica.

Silencio absoluto en torno a la Cultura, desaparecida en combate, o la Justicia, víctima de una politización inmisericorde que arroja sobre ella un manto espeso de desconfianza ciudadana. Olvido ominoso del papel de España en el mundo y en particular de nuestra posición, si es que la tenemos, ante problemas tan acuciantes como el avance imparable de la barbarie yihadista, la amenaza que plantea para toda Europa la guerra de Ucrania o la liquidación de las libertades en Venezuela. Y, por supuesto, tupido velo sobre los trescientos asesinatos de ETA aún por resolver, el aborto o la vida, palabras proscritas que recuerdan un pasado lejano dedicado a librar batallas ideológicas para las que hoy faltan coraje, convicción y dignidad a partes iguales.

¿Éstos son los dirigentes llamados a regir nuestros destinos? ¿En ellos debemos delegar la defensa de nuestros intereses? Lo siento, pero a mí no me representan. Lo que yo he visto en el Congreso es un rifirrafe entre mercaderes o contables, carentes de visión a largo plazo e imbuidos de electoralismo ramplón; no un intercambio de ideas protagonizado por hombres y mujeres de Estado. He detectado tanto cálculo, miedo, odio o afán de revancha como ausencia de alternativa real a un sistema corroído hasta los cimientos por la corrupción, la mediocridad y la cooptación endogámica que lamina a quienes se atreven a señalar las vías de agua del barco e impide la circulación de savia nueva.

Una fotografía publicada ayer por ABC retrata a la perfección lo acontecido en la Cámara. Muestra a Celia Villalobos, en funciones de presidenta, jugando con su tableta al videojuego de moda mientras Mariano Rajoy diserta en la tribuna de oradores. Una imagen metafórica que vale por mil palabras.

ISABEL SAN SEBASTIÁN, ABC – 26/02/15