Reinventar Euskadi

Estamos probablemente ante la necesidad de reinventar la política vasca, de pensar de otra forma la política vasca, de reinventar Euskadi, de dotarnos de un nuevo imaginario que permita proyectar el futuro con independencia total de lo que ha significado y significa todavía ETA.

E TA ha conseguido algo este verano: ser noticia principal en los medios de comunicación. No ha conseguido ejecutar el plan previsto por sus dirigentes. Gracias a ello algunas personas siguen vivas. Menos asesinatos y más confianza en las fuerzas de seguridad del Estado, que, cumpliendo con su función, garantizan cada vez más y mejor la libertad y el derecho de los ciudadanos.

Dentro del ser noticia de ETA no dejan de llamar la atención las referidas a los cambios en la forma de reclutamiento y en la forma de actuación de los comandos. Algunos análisis apuntan al hecho de que el reclutamiento se produce cada vez más en el círculo de amigos, se recurre cada vez más a parientes directos o indirectos; y la preparación, el tiempo de preparación y la solidez de la misma es cada vez menor. Y en todos estos análisis resuena de forma implícita o explícita la melodía de que ETA se encuentra ante serias dificultades en lo que constituye su esencia: la acción violenta.

Pero es probable que no se trate solamente de dificultades para llevar a cabo lo único que saben: matar. Es probable que todo lo que está sucediendo sea indicativo del fin de una época. La ETA que surgió en tiempos de la dictadura, la ETA que se reconstituyó cuando la transición democrática era ya un hecho ha ido perdiendo el aura del heroísmo, el apoyo social, la capacidad de reclutamiento, los entornos de protección, la legitimidad social, se está acabando. Aunque pueda durar e infringir todavía serios daños.

La pregunta es si lo que se está acabando es solamente ETA. La pregunta es si no se estará acabando algo más que la propia ETA: porque si la política vasca ha estado marcada durante todos estos largos años por su existencia, por el uso del terror, si el posicionamiento ante o frente a ETA era la señal de identidad de los partidos políticos vascos, la situación actual de esta organización y lo que augura para el futuro marcará también el conjunto de la sociedad vasca. Se ha permitido durante demasiado tiempo y de forma demasiado condescendiente que ETA marcara el proceso de la política vasca como para pretender ahora que su posible y probable desaparición no tenga consecuencias estructurales en la política vasca.

Conviene no olvidar que la apuesta nacionalista por el pacto de Estella-Lizarra, y por los subsiguientes planes y proyectos de Ibarretxe, ha estado estructuralmente vinculada a ser la solución al problema del terrorismo de ETA. Si ETA puede estar acabándose, y no precisamente por el éxito de la apuesta nacionalista, si el Gobierno vasco ha mantenido ante las últimas detenciones y ante las últimas noticias un silencio que se oye demasiado, todos, el conjunto de la sociedad vasca, debemos reflexionar sobre lo que significa este momento para el futuro.

Estamos probablemente ante la necesidad de reinventar la política vasca. Estamos probablemente ante la necesidad de pensar de otra forma la política vasca, de reinventar Euskadi, de dotarnos de un nuevo imaginario que permita proyectar el futuro con independencia total de lo que ha significado y significa todavía ETA.

Ya no basta hacer política, como política distinta al cumplimiento del deber prioritario del Estado de Derecho, para que acabe ETA. Ya no basta con resumir la política propia como posicionamiento ante ETA. Ya no son suficientes los términos que han definido la política hasta ahora, y, sobre todo, ya no es suficiente el imaginario sobre el que ha girado hasta ahora la política vasca. Y esto vale para todos los partidos.

En primer lugar, por supuesto, para el nacionalismo vasco. Éste ha caído en el error de vincular demasiado estrechamente su proyecto político a ETA. No es simplemente una cuestión de haber condenado más o menos enérgicamente la violencia. No es simplemente una cuestión de haber mantenido, o no, determinadas equidistancias. Es algo más profundo: en lugar de avanzar por la línea de formular su propio proyecto nacionalista de forma radicalmente distinta a ETA, se ha dejado seducir por la ilusión de que haciéndolo lo más parecido posible iba a conseguir la desaparición de ETA.

Este error no se arregla con campañas de marketing a la estadounidense. No se trata de dejar intacto el fondo y tratar de pintar sobre él un cuadro al estilo collage, tomando para ello la política de juventud de Islandia, la política educativa de Finlandia, el bienestar social de Suecia, y poniéndole títulos en ‘euskoenglish’ y hablando sin cesar de innovación.

ero tampoco basta con denunciar simplemente al nacionalismo gobernante, por muchas razones que haya para ello. Hacen falta proyectos formulados en positivo. No basta con decir no a ETA. No basta con decir no al nacionalismo. Hacen falta proyectos capaces de ofrecer un nuevo imaginario a los ciudadanos vascos; imaginarios capaces de recoger lo mejor de la historia vasca, aquélla que, sin renunciar a defender su diferencia, no renuncia a su tradicional colaboración y participación en proyectos más amplios que los limitados a su propia geografía.

El nacionalismo lo podía haber hecho. Se dejó seducir por la trampa de Estella-Lizarra. Cerrar ese capítulo no sólo le concierne al nacionalismo. También al resto de fuerzas políticas: formulando una idea de Euskadi que, sin pretender una adhesión del cien por cien, sea capaz de aglutinar a un mayoría que quiere volver a creer en Euskadi, pero sobre fundamentos distintos a los que han sido probados hasta ahora.

Es preciso refundar el pacto estatutario en su espíritu de pacto, más allá de la letra concreta. Ni el autogobierno y su aumento es un dogma, ni la letra concreta del Estatuto actual debe ser otro dogma. Lo único que queda de los fracasos cosechados hasta ahora es que fuera del pacto la sociedad vasca, en cuanto sociedad política, no existe.

JOSEBA ARREGI en EL CORREO, 10/8/2008