San Gil, cada vez más lejos

La ex presidenta del PP vive alejada de la política sin desgranar su futuro una vez que a mediados de septiembre abandone su escaño en el Parlamento vasco.

María San Gil sigue disfrutando del verano en San Sebastián, su ciudad natal, cumpliendo con el voto de silencio político al que decidió aferrarse cuando tiró la toalla de la decepción. Ha estado unos días fuera, en familia, visitando parajes de otros lugares de España en donde la gente que le reconocía le pedía posar junto a ella para inmortalizar el momento y, aprovechando la oportunidad, sonreir a la cámara mientras le preguntaban, sin mover el rictus: «¿Te vas a ir con Rosa Díez?».

Y no. No se va a ningún otro partido. Lo dijo en su momento, aunque hay todavía quien se resiste a creerla. La expectación en torno al rumbo que su vida tomará después del verano se ha generado, sobre todo, fuera de su círculo. Porque la ex presidenta del PP vasco ha decidido no preocuparse más allá de lo necesario hasta que llegue septiembre. Mediados de mes, sin ir más lejos. Entonces, cuando se reanude el curso y sus hijos hayan empezado el colegio, se presentará en Vitoria para entregar su acta de parlamentaria y renunciará a su escaño. Y hasta aquí se puede leer.

Porque a partir del momento en que se quede sin Parlamento, como se quedó sin despacho, empezará su aventura como una ciudadana más en busca de trabajo. Ahora no lo tiene. Y sabe que el destino no será tan generoso con ella como lo ha sido con el ex presidente del PNV, Josu Jon Imaz, reconvertido ahora en flamante presidente de Petronor. El anterior líder de los peneuvistas puso mar de por medio tras dejar Sabin Etxea para dedicarse al observatorio político en Estados Unidos con la libertad de un becario.

El camino de San Gil se parecerá poco al recorrido por el ex dirigente nacionalista, pero la única certeza que ella tiene es que está «en el mercado» y que quiere seguir viviendo en su ciudad. De momento, ‘carpe diem’. Ahora, en su agenda, sólo tiene actos festivos de carácter privado en su ciudad, San Sebastián: cenas con los amigos, los fuegos que tienen absorto a su marido y que encandilan a sus hijos… y los toros. Empieza la Semana Grande donostiarra y el único «líder» en el que fijará su atención la ex presidenta del PP será en el maestro José Tomás por quien siente admiración y al que espera ver el jueves en la plaza de Illumbe.

Hermetismo

Su proceso de desconexión avanza lento y firme. Se mantiene en su hermetismo y repite, cuando alguien le pregunta, que no quiere saber nada de política. Y se cierra en banda. Es, en el fondo, todo un gesto. Seguramente porque hay muchas de las actuaciones de los que fueron sus compañeros de partido que no entiende. Y por eso prefiere no hablar. Que no comparte la poca exigencia que han mostrado los populares con el Gobierno socialista en la excarcelación del preso de ETA, Iñaki de Juana, es una percepción que tienen quienes la conocen bien.

De la misma forma que dicen que no podríamos imaginarnos a María San Gil tomando vinos en el ‘alkartetxe’ de EA, como ha hecho su sucesor. Pero todo son impresiones de quienes saben que la que fue presidenta del PP vasco no es partidaria de hacer política «a la carta»; porque su estilo nunca fue el de decir lo que el interlocutor de turno espera escuchar. Porque San Gil sigue callada y, eso sí, cada vez más lejos de la política. Por eso, cualquier llamada de la secretaria general de su partido, Dolores Cospedal o del propio Mariano Rajoy diciendo que la esperan con los brazos abiertos suena a una actitud de cara a la galería. Pero nada sincero ni serio.

Su teléfono ya no suena con la intensidad de otras épocas, pero las llamadas que recibe son las que ella espera. En el camino, sin embargo, se han quedado algunos compañeros de partido que durante tantos años parecieron incondicionales. Así de ingrata es la vida política, sobre todo para una dirigente que no ha tenido nunca ambiciones de poder. La vida en el PP sigue sin ella, y San Gil se refugia en su familia para recuperar, quizás, el tiempo perdido. Poco a poco va recobrando su conocido sentido del humor.

Se siente como Betty Davis, pero en sentido inverso. Si la estrella del celuloide se anunciaba, con socarronería, como «veterana actriz que se ofrece para política», San Gil cuelga el anuncio al revés: se ofrece veterana política para trabajo digno. Le han llovido ofertas de algunos medios de comunicación como tertuliana, pero de momento las ha rechazado todas. Se trata de un escenario demasiado pegado a la política, de donde ella quiere irse liberando poco a poco.

Tonia Etxarri, EL CORREO, 11/8/2008