Sin perdón

IGNACIO CAMACHO, ABC – 15/01/15

· Los dibujantes muertos quizá no hubiesen sido tan piadosos, tan comprensivos. No habrían pedido ni otorgado perdón.

Después de lo ocurrido se puede entender y se entiende, faltaría más, pero la nueva portada de «Charlie Hebdo» deja una agridulce sensación de que a los supervivientes de la masacre les han temblado un poco las piernas. No por miedo, que bien claro está que no lo tienen o si lo tienen, que sería lógico, lo dominan; sino por ultracorrección, por gentileza. Víctimas de un atentado salvaje han intentado distinguir el grano de la paja en un granero que no se deja distinguir de un pajar.

Mahoma perdonando a quienes han matado en su nombre; es una idea generosa, cortés, incluso demasiado amable, que de todas maneras no va a satisfacer a los que no permiten que se dibuje a Mahoma. De hecho ya han protestado con la moderación que los caracteriza: consideran la caricatura «intolerable». Conocemos los resultados de esta intolerancia. Más que nadie los conocen los dibujantes de «Charlie Hebdo».

Uno tiende a pensar que, de estar vivos, los Charb, Wolinsky, Cabu y compañía hubiesen sido más ácidos. Ácratas irreverentes, trotskistas provocadores, blasfemos vocacionales, tal vez no habrían tenido piedad ni siquiera de sí mismos. Con estos tipos, hasta el 6 de enero, cualquier persona razonable podría tener serias diferencias, considerarlos excesivos, groseros, procaces, gratuitamente irrespetuosos. Pero desde el 7 de enero son los héroes y los mártires de nuestra libertad. De la nuestra, sí, la de todos. También, aunque no lo sepan o no quieran saberlo, de la de los musulmanes que viven acogidos a ella. De la de todos esos que prefieren habitar en una Europa cuyos valores odian o rechazan antes que en cualquiera de las 57 naciones islámicas de las que han emigrado.

Los muertos de «Charlie Hebdo» quizá no hubiesen sido tan complacientes. A los sobrevivientes hay que admirarles la voluntad de continuar, de no rendirse, de no esconderse, de mantener levantada la bandera de la resistencia. Y entenderles su relativo titubeo ante la zozobra brutal que han vivido en la última semana. Han querido hilar fino, mostrarse generosos en la comprensión del mundo violento y la mentalidad agresiva de los que han sido víctimas. Sin embargo, esta portada casi exculpatoria no hace justicia a la áspera inclemencia de sus compañeros asesinados, que no hacían concesiones, y favorece la impresión de un cierto paso atrás. Se perdonan los pecados, pero la matanza fue un delito.

Un delito execrable por su carácter simbólico, de venganza contra todo un sistema de convivencia social. Y eso no se puede perdonar y no lo vamos a perdonar. Ni por Mahoma, ni por Alá, ni por Jesucristo, ni por nadie. No en la Tierra, al menos. Desde luego y sobre todo mientras no pidan perdón quienes siguen diciendo que una viñeta, un dibujo, es una agresión moral que merece castigo y represalia. Los que creen y proclaman que el ejercicio de la libertad es un agravio imperdonable.

IGNACIO CAMACHO, ABC – 15/01/15