Su Excelencia

Con tanta alabanza de una reflexión del mundo abertzale que nunca existió, nos vemos sometidos a la amenaza de que todo el nacionalismo vasco quiera evitar el fin traumático de ETA, con el objetivo de reutilizar su proyecto político que le garantice de una vez por todas la hegemonía hoy sometida a la alternancia democrática.

Está pasando con ETA en sus postrimerías lo que pasaba con el Caudillo en su etapa final. «Qué habrá querido decir su Excelencia…?», se preguntaban sus seguidores preocupados por la cercanía del fin. Y una pléyade de interpretadores de las frases equívocas y sin sentido, queriendo descubrir deseos de reformas que no existían, empezaron a hacerse presentes. Los estados de excepción que sucedían a las interpretaciones aperturistas dejaban las cosas en su sitio y al régimen en su autentica naturaleza autoritaria.

El fenómeno está sucediendo con ETA también, al fin y al cabo ambos son encarnación de un poder arbitrario y opaco. Hay una pléyade de interpretadores interesados que surgen desde el nacionalismo moderado y algunos de la izquierda, pasando por los mediadores profesionales -los más interesados en que ETA no acabe de repente, pues no serian necesarios sus servicios-, encantados en su labor de publicitar los cambios del mundo de ETA. A sus atractivas formas de exponer los atisbos reflexivos de Batasuna se opone, con todo su dramatismo, la siguiente ekintza, el asesinato, esta vez, del policía francés Jean-Serge Nérin.

No fueron precisamente los interpretadores de Franco los que tuvieron protagonismo en la transición política tras su muerte pues eran interpretadores de «parte», eran franquistas, querían que siguiera el franquismo, fueron representados por aquel espíritu de Arias Navarro sin impulso reformador poco dispuesto a enterrar la dictadura. Lo mismo pasa ahora con observadores y mediadores de ETA, no están dispuestos a enterrarla, desean que sobreviva su proyecto político, algunos sin la conciencia de su naturaleza antidemocrática, y otros absolutamente conscientes de ello.

Finalmente, a lo que nos vemos sometidos los viejos del lugar que conocimos de verdad el franquismo, ante tanta interpretación de una reflexión del mundo abertzale que nunca existió, es a la amenaza de que todo el nacionalismo vasco quiera evitar el fin traumático de ETA, con el objetivo de reutilizar su proyecto político que le garantice de una vez por todas la hegemonía hoy sometida a la alternancia democrática.

Este aprovechamiento del proyecto de ETA empezó a darse a finales de los noventa, cuando se observó la posibilidad de su final tras las movilizaciones de Ermua, clamando el algo habría que darles para que lo dejen, para pasar dentro de poco a algo habrá que darnos porque ya lo han dejado. Pero lo cierto es que todo el proyecto de ETA fabuladora de un estado independiente nacionalista, mediante reivindicaciones como la autodeterminación y la territorialidad han sido creíbles, se han visto como normal, porque se sostenía sobre una pila de cadáveres provocados por el terrorismo, el medio que las catapultaba. Cuando éste desaparezca los oportunistas querrán sostenerlo en provecho propio. De ahí toda esa alabanza a la reflexión abertzale, que no es otra cosa que la toma de posición del nacionalismo moderado, y algún otro, ante la nueva etapa que se vislumbra sin la presencia de ETA.

Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 30/3/2010