Mal para el diálogo

 

Sólo las palabras del presidente del PSE permiten a algunos entrever deseos de nuevas negociaciones. Pero si el objetivo del Gobierno fuera volver a sentarse en una mesa con los terroristas, las decisiones adoptadas por el Ministerio del Interior en los últimos tiempos sólo contribuyen a entorpecer la vuelta al diálogo.

Dicen que el Gobierno quiere volver a negociar con ETA, pero si eso fuera cierto hay que señalar que lo están haciendo francamente mal, en especial el Ministerio del Interior. Si el objetivo fuera conseguir volver a sentarse en una mesa con los terroristas, las decisiones adoptadas por el ministerio en los últimos tiempos sólo contribuyen a entorpecer la vuelta al diálogo.

Si lo que se quería era volver a negociar, el ministro Alfredo Pérez Rubalcaba y el consejero Rodolfo Ares podrían haberse ahorrado el pasado verano todo el esfuerzo de pinchar el globo del debate de Batasuna tratando de evitar la creación de falsas expectativas. Les hubiera bastado con quedarse con los brazos cruzados y la boca cerrada para que Batasuna hubiera vendido su debate de fin de año como un gran avance y para que se extendiera la idea de que «algo se mueve» en la izquierda abertzale, aunque a estas horas, con un asesinato por medio, todavía no se haya oído ni media condena. El ministro se podría haber ahorrado tantas horas de conversación con líderes políticos nacionalistas para conseguir que no salieran a aplaudir con las orejas las iniciativas de Batasuna.

Si querían volver a negociar, qué necesidad tenían de detener y encarcelar a Arnaldo Otegi, Rafa Díez y demás dirigentes de la izquierda abertzale el pasado mes de octubre. Aquella redada no ayudaba nada para futuros procesos de diálogo, y lo sabían. Y hablando de cárceles, mover los presos más cerca o más lejos en función de si critican o no la continuidad de la violencia tampoco es una cosa que guste mucho a los jefes de ETA.

Si el objetivo es volver a sentarse en una mesa en Ginebra, en Oslo o en Loyola, a qué viene plantearle a Batasuna el ultimátum de o votos o bombas y, sobre todo, por qué poner en el mensaje tanta insistencia y capacidad de persuasión. Lo único que se está consiguiendo, según dice ETA en sus papeles, es que haya muchos de los suyos que se han creído el ultimátum y hayan empezado a dudar sobre la utilidad de las bombas.

Además, para volver a negociar, qué necesidad había de dar el finiquito, con agradecimiento por los servicios prestados, a todos los mediadores internacionales y similares que habían intervenido en el proceso anterior. Para qué derrochar esfuerzos en conseguir que el Congreso Nacional Africano se desmarque de los movimientos de Brian Currin o que el último servicio de los irlandeses fuera hacerle saber a ETA que el ministro les había anunciado 200 detenciones y que, encima, se quedara corto porque ya se han superado las 300.

En ese panorama de movimientos que cierran cualquier camino al diálogo, sólo las palabras del presidente del PSE permiten a algunos entrever deseos de nuevas negociaciones, aunque el propio Jesús Eguiguren, el dirigente que más elementos positivos encuentra en el debate de Batasuna, sostiene que primero ETA tiene que parar de manera definitiva y luego se hablará de las secuelas que haya dejado el terrorismo.

Florencio Domínguez, EL CORREO, 30/3/2010