Tarde de fútbol

ABC 22/05/16
LUIS VENTOSO

· Si fuesen al campo, las niñas verían a su padre apretando los dientes bajo los silbidos

EL padre es un madrileño de 48 años, un tipo de maneras serenas, de buen porte y mirada clara. De niño, sin saber muy bien por qué, abrazó la fe colchonera. Le hizo coña el aunque no era la tradición familiar. Tal vez aquello supuso su pequeña rebeldía privada en medio de una infancia ordenancista. Como tantos miles de sufridores de su ciudad y de toda España, sabe que ser rojiblanco es la auténtica escuela de estoicismo (hoy Zenón de Citio y Séneca serían del Atleti). Las victorias nunca llegan regaladas y el mal fario forma parte de la gracia del invento. Ser del Atlético de Madrid es un poco como enrolarse en la banda de Sabina: eres el mejor, pero nunca te llevarás el Grammy.

Este año, el padre ha comenzado a invitar a sus hijas pequeñas al fútbol. Que vean fluir la vida, el ambientazo, que disfruten de uno de esos «partidos del siglo» (hasta que llegue el próximo, que recibirá idéntica catalogación hiperbólica). Esta tarde, que será una delicia de 22 grados en Madrid, tal vez podrían acudir todos a la final de Copa, que se juega en el Manzanares. Viven en las afueras de la capital, en zona buena –aires refrescados por fresnos, chopos, pinos, enebros, alcornoques–, pero poco se tarda en bajar desde aquel vergel hasta el cementazo del centro. Si finalmente fuesen al partido, las niñas, aunque no pasan de 10 años, notarían algo raro en los prolegómenos: un estruendo de silbidos intentando acallar los sones de una marcha antigua. Si hoy estuviesen en el estadio, las niñas notarían una tensión infrecuente en el rostro tranquilo de su padre, que aprieta los dientes de manera casi imperceptible, dolido por los pitidos, y mantiene la cabeza erguida, en un intento de que su dignidad contraste con esa barahúnda –por desgracia tan española– de mala educación, odio cainita y pataleta sectaria.

Espero que la Princesa Leonor, que tiene 10 años y algún día será la Reina de España, no vaya hoy al fútbol. No me gustaría que viese cómo parte del graderío pisotea gratis los símbolos de la nación mientras su padre, nuestro Jefe del Estado, soporta un año más una fiesta con barra libre para el insulto.

Confío en que Leonor reine en un país que se respete y se quiera más que ahora. Donde los terroristas convictos no sean jaleados en los parlamentos ante la inhibición del partido que más tiempo ha gobernado la España democrática, el socialista. Donde el presidente del Gobierno y el líder de la oposición no hagan el avestruz y no enmudezcan cuando se va a perpetrar un rito de insulto orquestado que sume en el disgusto y la impotencia a la inmensa mayoría de los españoles. Espero que la España de Leonor abrace la normalidad democrática, que, en contra de lo que hoy parecemos pensar, no consiste en permitir que se humillen y zarandeen las leyes y los valores de la mayoría en nombre de un extraño buenismo acomplejado, sino en hacer valer las normas elementales de la concordia colectiva.

A millones de demócratas españoles les haría muy felices nuestro Rey si hoy abandonase el palco al primer silbido al himno de su país.