TEODORO LEÓN GROSS-ABC

  • Todo esto no merece la cobertura de un drama, sino de una farsa

«Se evidencia, una vez más, que Pedro Sánchez es una máquina de votos para los independentistas», decía Borja Semper. Pues sí. Y a su modo, también el PP es una máquina de votos para los independentistas, incapaz de cortar esa inercia. Tras el auge del BNG en Galicia, en el País Vasco «55 de los 75 diputados decimos que Euskadi es una nación con derecho a decidir; 55 de 75 son abertzales, soberanistas, independentistas, esa es la realidad», resumía Otegi, sin mencionar que esos 55 son aliados del PSOE. Pero Sánchez surfea el soberanismo para disfrutar de una aritmética favorable y Feijóo ha naufragado y naufraga bajo esa ola. Nada hace pensar que en el PP haya una estrategia. Ahora claman «¡más madera!», pero confundir esto con una estrategia es como creer que un trompetazo cuartelero es tocar música. De momento el PP de nuevo va a Cataluña con la aspiración de ser cuarta fuerza y confiar en una carambola que entorpezca los planes de Sánchez.

Los primeros tanteos en las comisiones de investigación colocadas en el calendario electoral ya anticipan el bluf. Habrá que aguardar a los tribunales, porque esto va a quedarse en una mascarada teatrera. Más que investigación, son comisiones de escenificación. Sí, también son comisiones de confrontación, porque se trata de escenificar duelos a quemarropa, a cara de perro, pero en definitiva efectismo sin más sorpresa que algún golpeo de ‘folha seca’. La teatrocracia, como la denomina Balandier, favorece el auge de políticos de perfil mediócrata con dominio de la escena para actuar a golpe de gestos destinados a acumular clics en las cámaras de eco de las redes. A Rufián lo rescataron del permiso de paternidad para producir titulares como salchichas, que, como admitía Bismarck, es mejor no saber de qué están hechas. Mientras Miriam Nogueras descargaba su ‘mala llet’ para la clientela doméstica, Rufián puso en evidencia que Illa estaba allí haciendo campaña como candidato. Claro que él también.

Bendodo también está dotado para el intercambio de golpes, pero en un duelo dialéctico se brilla si además hay sustancia. Él pudo cobrarse de Illa el clic de «usted está mintiendo», pero esto, sin pruebas, no va más allá del regate corto para la galería. Tampoco basta, para poner a Illa en apuros, la fotografía de un tipo de la koldosfera dormitando mientras esperaba a uno del ministerio. Al de Bildu le dio manteca Koldo, que hizo su papelón en el Senado ensayando el rol de chivo expiatorio doliente. El físico no le acompaña para escenificar jeremiadas, y tampoco las evidencias contra él. En lugar de tanta pregunta hueca, se podrían haber reunido todos a cantarse a coro aquello de La Lupe: teatro, lo tuyo es puro teatro… Pero la mala noticia no es esa política teatrera, sino que el periodismo, en lugar de plantar una barricada ante esa impostura, se preste, o nos prestemos, a servir de correveidiles de esa mascarada. Todo esto, por el momento, no merece la cobertura de un drama, sino de una farsa.