Otro tanto le pasa ahora al tercer hombre, con permiso de Carol  Reed y Graham Greene. Él, que se llamó Joan Mesquida mientras fue  director general de la Policía y la Guardia Civil y secretario de Estado  de Turismo, ha castellanizado su nombre para optar a la Secretaría  General del PSOE. Misterios de la identitat.
Me llamo Juan aunque Joan me llame. Esto que antecede es la  paráfrasis de un verso de Miguel Hernández: «Me llamo barro aunque  Miguel me llame». Advierto esto lealmente por si la prensa  socialdemócrata tuviese a bien aplicarme el mismo tratamiento que al  ministro Wert tras su cita textual de Hernández y el toro que se crece y  no digo más, no me vayan a confundir a Mesquida con Pijoaparte.
Igual que Carmen de Olula. Es sorprendente que ninguno de los dos  haya hecho un gesto a favor de que el castellano o español en que se  llaman en tanto que candidatos socialistas, sea también lengua de  inmersión en la enseñanza en Cataluña, de acuerdo con las sentencias del  Constitucional, el Supremo y ¡qué coño! con la propuesta de Wert.
Total, que las primarias serán inevitables. «No hay quien pueda  frenar el debate de los nombres», dijo el alcalde de Toledo, que es uno  de los barones en alza del partido. A eso se le llama históricamente  fulanismo y es una de las características más acusadas de la política  española. Inevitable, por otra parte. Nadie ha visto aún siquiera un  atisbo de debate de ideas en el partido de la oposición, salvo el  macguffin del federalismo, ese extraordinario invento para cazar leones  en los montes Addirondack, según  la famosa definición de Hitchcock. O  para aplacar los fervores independentistas de Mas. «Pero con el  federalismo no va a aplacar  a quien busca la diferencia y el  confederalismo como poco», podría objetarse. «Pues entonces no será un  macguffin», responderá Alfred H. Rubalcaba mientras se apresta a ganar  las primarias.
Uno comprende las reticencias del aparato a las primarias. Salvo  aquéllas que enfrentaron a Nicolás Redondo y Rosa Díez por la  candidatura a la Lehendakaritza en 1998, siempre han salido mal,  recuerden aquellas en que Borrell ganó al secretario general y el  partido tuvo que filtrar la implicación de dos ex colaboradores suyos,  Huguet y Aguiar, en el caso Torras-Kio. Es un lío y no se corresponde  con nuestros usos y costumbres, pero no van a tener manera de evitarlas.