Testigo

ABC – 06/12/15 – JON JUARISTI

Jon Juaristi
Jon Juaristi

· Pío Caro Baroja fue editor y cineasta, pero sobre todo un extraordinario escritor.

Lo vi por última vez en julio de 2014, en Esles de Cayón, donde el acostumbrado seminario estival en la casona de los González-Camino se dedicó ese año a recordar la obra y la figura de Julio Caro Baroja con ocasión del centenario de su nacimiento. Pío se presentó acompañado de su hija, Carmen Caro Jaureguialzo, y nos ofreció una semblanza de su hermano mayor verdaderamente emotiva y divertida –en algunos momentos tronchante–, fundiendo cariño y admiración con humor un tanto gamberro, cosa que a nadie he visto hacer con tal maestría, ni siquiera a don Julio, que podía ser mordaz hasta lo sublime. Me alegró encontrarlo animoso y contento.

Habíamos hablado por teléfono el año anterior, cuando problemas de salud que le imponían una dependencia continua de sus médicos de San Sebastián lo retuvieron en Itzea durante el invierno. Su aparición en Esles, sin embargo, supuso un fulgor previo al irse apagando sin remedio. Pío Caro Baroja, cuarto de los hijos de Rafael Caro Raggio y de Carmen Baroja y Nessi, murió el pasado domingo, 30 de noviembre, en su casa de Churriana. Contaba 87 años.

Pío fue cineasta, un documentalista, como le gustaba definirse. Realizó películas de tema etnográfico y literario, relacionadas con el mundo novelístico de su tío, Pío Baroja, y con el campo de las investigaciones de su hermano Julio. A los Baroja y a los Caro Baroja se les asocia demasiado exclusivamente con el País Vasco, con la Navarra pirenaica y, llevando el reduccionismo al límite, con Vera y la comarca del Bidasoa. Pero tanto el cine de Pío Caro Baroja como las novelas de su tío y los ensayos y monografías de su hermano son de ámbito mucho más español, en el amplio sentido geográfico del término, que los de la mayoría de sus contemporáneos.

Los documentales de Pío y el ensayo de Julio sobre Toledo, por ejemplo, constituyen magníficas síntesis del arte y la historia de la imperial ciudad. El pequeño universo familiar de los Baroja (y los Caro Baroja) arraiga en un eje norte-sur sobre el mapa de la península, desde Navarra a Málaga pasando por Madrid, y representa así una suerte de epítome de lo hispánico, al que Pío Caro Baroja añadió su personal experiencia mexicana, plasmada en su obra autobiográfica.

Pío Caro Baroja fue muchas cosas, hombre del cine, viajero, editor, pero sobre todo un escritor, un extraordinario memoriógrafo, como su tío y su hermano, junto a los que no desmerece. En el que, a mi juicio, es el mejor de sus libros de memorias familiares, Crónica barojiana, recopilación de escritos de fechas distintas, se presentaba como «último testigo vivo» de una cadena de seres excepcionales. En efecto, Pío Caro Baroja convivió con sus tíos Pío y Ricardo; llegó a conocer a la madre de estos, Juana Nessi, y salvo en los años cincuenta del pasado siglo, los de su estancia en México, fue inseparable de su hermano Julio.

Asumió el deber moral de la condición de testigo privilegiado, que no es otro que el de dar testimonio de vidas ajenas y próximas. Generaciones y semblanzas. Pío Caro Baroja se ha ido cuando acaban de llegar a las librerías una novela hasta ahora inédita de su tío y epónimo, Los caprichos de la suerte (Espasa), y la magnífica edición de la correspondencia cruzada desde 1949 hasta 1991 entre Julio Caro Baroja y Julian Pitt-Rivers, preparada por Honorio Velasco y Carmen Caro: De Julian a Julio y de

Julio a Julian (CSIC). Pocas familias han estado tan presentes y por tanto tiempo en la historia cultural de un país. En gran medida, esa presencia se ha debido a la voluntad, al amor y al esfuerzo de Pío Caro Baroja, testigo y guardián de una riquísima memoria.

ABC – 06/12/15 – JON JUARISTI