Tiempo de reflexión

JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC – 22/09/14

· Nuestro mayor problema no es el independentismo, en el que estamos gastando demasiado tiempo. Es la crisis.

«Que se lo piense bien, antes de firmarla», advirtió la vicepresidenta del Gobierno a Artur Mas, refiriéndose, no a la ley de Consultas Populares no Referendarias y Participación Ciudadana aprobada por el Parlament, sino a la convocatoria de una consulta soberanista y anticonstitucional que se esconde tras tan largo y engañoso título. Porque en el momento en que la firme, el Gobierno de Rajoy tiene todo dispuesto para presentar un recurso en el Tribunal Constitucional, cuya mera aceptación suspendería automáticamente la ley y la convocatoria.

Mas dice que anunciará la consulta «los próximos días». ¿Está pensándoselo o espera que Rajoy, cuya firma es necesaria para presentar el recurso, marche a China, donde tiene planeada una visita? De ser así, sería una trampa de corto vuelo en un mundo como el nuestro, de rápidas comunicaciones. Pero de alguien desesperado como Mas puede esperarse cualquier cosa. No es sólo su proyecto, es su persona la que peligra. ¿Cometería prevaricación si firma esa convocatoria? Pudiera ser. Según el diccionario, prevaricar es el delito que cometen los funcionarios públicos cuando «dictan o proponen resoluciones a sabiendas de que son ilegales». ¿Son funcionarios los cargos públicos? Si nuestra lengua fuera la inglesa, no habría duda: al funcionario se le llama en inglés public servant, servidor público, y ¿qué mayor servidor público que un alto cargo en ejercicio? Al menos es como se presentan a los electores. Pero moviéndonos en español, o catalán, tendrán que decírnoslo los expertos.

En cualquier caso, tanto la ley como la consulta, como queda dicho, quedarán suspendidas en el momento en que se acepte el recurso, y Mas se encontrará ante el mismo dilema: ¿convocar la consulta, como ha anunciado mil veces, o suspenderla al ser ilegal, como ha prometido otras tantas? Se comprende que se tome su tiempo, aunque al final tendrá que decidirlo, pues nadie puede tomar la decisión por él. Es lo malo de montarse en un tigre –el nacionalismo– que como te descabalgues te devora, o de haber abrazado a un oso –los independentistas– que te estrujan. Sin que le sirvan unos socialistas que bastante trabajo tienen con salvarse a ellos, ni Rajoy pueda echarle una mano. De un presidente de Gobierno se espera que defienda la Constitución, no que la viole, como Mas le pide.

Y como no estamos en 1934, cuando, por orden del Gobierno de la República, el general Batet acabó con la sublevación catalana cañoneando el palacio de la Generalitat, hay que buscar una solución democrática y civilizada, es decir, dialogada. Es el imperativo de un momento en que incluso India y China se aproximan. Antes, sin embargo, los nacionalistas tienen que dejarse de mentiras, amenazas, chantajes, y aceptar la realidad de España, un continente en miniatura, febril, mal avenido, pero ligado por toda clase de vínculos. Aunque nuestro mayor problema no es el independentismo, en el que estamos gastando demasiado tiempo y energías. Es la crisis.

JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC – 22/09/14