Un cuento interactivo

El lehendakari emplaza a Zapatero a negociar. Si llegan a un acuerdo, habrá consulta vinculante. Si no, el Parlamento autorizará otra «habilitadora» para superar el bloqueo. Ahora bien, si el Parlamento no refrenda el Pacto, o si niega esa consulta, él no presenta su renuncia, sino que disuelve el Parlamento, que es el procedimiento que tiene para destituirlos.

El PNV salvó en las campas de Foronda la imagen de unidad en el último Día del Partido bajo la presidencia de Josu Jon Imaz. Los discursos del lehendakari y el presidente del EBB fueron incompatibles, tal como se esperaba, pero sólo para quien se molestase en rastrear los conceptos en las intervenciones de uno y otro. No era el caso de la mayoría de los asistentes, que se limitaron a aplaudir a los dos burukides por igual.

Tanto da el consenso de Imaz que la hoja de ruta de Ibarretxe, ese cuento interactivo que avanza en un sentido o en otro en función de las preferencias del lector ante cada disyuntiva: Caperucita y su cestita se encuentran con el Lobo en el lindero del bosque. La fiera le recomienda que vaya a casa de la Abuelita por un atajo que no resulta ser tal. Si la niña le hace caso, el lobo llegará antes que ella a casa de la abuelita. En caso contrario…

La ‘hoja de ruta’ de Ibarretxe es algo así, pero con una particularidad extraordinaria: elijas el camino que elijas, al final siempre llegas al referéndum. El lehendakari emplaza al presidente del Gobierno a negociar con él. Si llegan a un acuerdo, habrá consulta de carácter vinculante. Si no, el Parlamento autorizará una consulta «habilitadora» para superar el bloqueo. Ahora bien, si el Parlamento no refrenda el Pacto Político, o si negase la autorización de una consulta habilitadora, «por supuesto aceptaré la decisión y mi voluntad política será disolver el Parlamento y convocar elecciones en Otoño».

Ibarretxe tiene un curioso sentido de lo que significan las palabras: si el Parlamento le lleva la contraria, su manera de aceptar la decisión no es presentar su renuncia, sino disolverlo, que es el procedimiento que tiene para destituirlos a todos.

Hay siempre en su discurso de Política General un suave toque de esquizofrenia entre la primera parte y la segunda, como si hubiera sido escrito por distintas manos y con distintos propósitos. La autosatisfacción (legítima) por una economía que va razonablemente bien no casa con la queja por el bloqueo que nos impide decidir a los vascos. ¿Cómo es posible que con una madrastra como España, que nos impide la toma de nuestras propias decisiones y nos bloquea como pueblo, seamos uno de los tres países más guays de Europa en opinión del lehendakari? ¿Cómo nos puede ir tan bien bajo el yugo que tanto nos oprime?¿Tendrá algo que ver nuestra prosperidad con una financiación que nos aporta recursos de otras comunidades autónomas?

El lehendakari no puede esperar un ‘escenario de ausencia de violencia’, porque eso supondría, dijo el pasado viernes, «aceptar que ETA gestione nuestras agendas. No y mil veces no. En el momento que aceptara este camino no sería ni un segundo más lehendakari de este País».

Es una descripción voluntariosa, pero inconsistente. Ibarretxe asumió el 27 de junio de 2005 un pacto de Gobierno en el que los partidos firmantes (PNV, EA y EB) explican que el Ejecutivo pediría autorización al Parlamento «para que, en un escenario de ausencia de violencia y sin exclusiones, se realice una consulta popular a la sociedad vasca que ratifique el acuerdo político alcanzado».

Después de aceptar ese camino, ha seguido siendo lehendakari, no un segundo, sino dos años, tres meses y un día. ¿Por qué?, se preguntarán ustedes. Él lo explicaba el viernes en el Parlamento: «Hay que cumplir la palabra dada. Yo di la mía y voy a cumplirla. En esta vida ‘tener palabra’ es importante para generar ‘confianza’. La sociedad está cansada de palabras que ‘se lleva el viento’ como las hojas de los árboles en Otoño».

El 28 de noviembre de 1999, ETA dio por rota la tregua de entonces. El 15 de enero de 2000, a falta de seis días para el asesinato del teniente coronel Blanco, el PNV aprobaba una ponencia soberanista, ‘Ser para decidir’, en la que definía como claves del proceso político la soberanía, la territorialidad y la sociedad. Sólo hubo dos voces críticas con aquel manifiesto soberanista: las de Joseba Arregi y Emilio Guevara. Aquella ponencia explicaba la condición irrenunciable del soberanismo: «Sólo a partir de un escenario completo de paz podemos construir el futuro político de Euskal Herria sobre bases de libertad y de libre adhesión».

Esto y el consenso con los no nacionalistas eran el hecho diferencial de Imaz, la gran esperanza blanca del Gobierno y los analistas bienintencionados. ‘El PNV de Imaz’ ha sido el sintagma más optimista del lenguaje político en los últimos años. Ayer, ese partido se disolvió en el mismo momento en que el todavía presidente del EBB se bajó del escenario. Los jeltzales que no ven claro lo del lehendakari, callan y confían en que no llegue la sangre al río, aunque el PNV de Josu Jon -lamento darles el disgusto, pero ya van teniendo edad para saberlo-, eran los padres.

Santiago González, EL CORREO, 1/10/2007