Un Gobierno de especialistas

Los consejos de ministros deberían empezar con una jaculatoria apropiada: «No sabiendo los oficios, los haremos con respeto. / Para enterrar a los muertos / como debemos / cualquiera sirve, cualquiera… menos un sepulturero». Lo escribió León Felipe, que no era doctor en Poéticas, sino licenciado en Farmacia. Ay, madre.

No estuvo fino el presidente del Gobierno y de los Deportes la vez anterior que hizo un gabinete. Socarrados Solbes, ‘Maleni’, Cabrera y Bermejo (que cayó antes), además de Soria, Molina y la mitad de Ciencia, Innovación y Tecnología, que cede Universidades a Educación. Zapatero la segregó el año pasado para encomendársela a Garmendia, mujer con experiencia empresarial, pero que carecía de otra vivencia universitaria que la de sus años de estudiante.Al frente de Educación (reconstituida) ha tenido la rareza de colocar a un rector, y en Coordinación Territorial, a una joven promesa llamada Chaves.

Podría haber liquidado Vivienda e Igualdad, pasando lo primero a Fomento y el lío del aborto a Sanidad, que es más lo suyo, pero eso sería lo fácil. Quitamos a Bernat Soria, tras una gestión más bien discreta y nombramos a Trinidad Jiménez, que no es médica, pero tiene experiencias internacionales, lo cual nos vendrá muy bien por si hay que combatir el beriberi o el dengue.

Me temo que Economía necesitaba a alguien con la formación de Solbes y más empuje. Qué se le va a hacer. Poner el Cine a dirigir Cultura es primar los intereses gremiales de un sector ya privilegiado: 88 millones de subvención e ingresos de 81 en taquilla.

El nombramiento de José Blanco en Fomento es un acierto. Se han cebado con él porque, de los 13 ministros del ramo en democracia, es el único que carece de carrera. El hábito no hace al monje y el saber científico no siempre se compadece con la titulación académica. Ahí tienen a Michal Kalecki, un polaco que no llegó a terminar sus estudios en el Politécnico, lo que no le impidió formular la Teoría de la Demanda Agregada antes que el mismísimo Keynes, o ser profesor en la London School of Economics y dirigir el Departamento de Estadística de Naciones Unidas.

Por otra parte, ya era hora de que este ministerio, bajo cualquiera de sus etiquetas, dejara de ser patrimonio exclusivo de los ingeniero de Caminos, Canales y Puertos. Es de suponer que ingenieros ya habrá bastantes entre los técnicos de la casa y ellos saben, sin lugar a dudas, cómo se hace un puente o una autopista. Lo que hace falta es una cabeza política que les diga dónde hay que poner el puente o la autopista, que será mayormente en Galicia, un suponer.

Esto es lo que Zapatero considera «un equipo fuerte para ganar el futuro». El propósito es noble y pertinente. Una vez ganado el pasado gracias a la Memoria Histórica, procedía meter mano al porvenir con un Gobierno de peso político, no con un gabinete de técnicos. La diferencia entre ambos es que los técnicos calculan la resistencia de los materiales, el efecto del gasto público sobre el empleo, cuestiones menestrales. Los políticos, en cambio, se ocupan de diseñarnos la felicidad.

Los consejos de ministras y ministros de los viernes deberían empezar con una jaculatoria apropiada: «No sabiendo los oficios, los haremos con respeto. / Para enterrar a los muertos / como debemos / cualquiera sirve, cualquiera… menos un sepulturero». Lo escribió León Felipe, que no era doctor en Poéticas, sino licenciado en Farmacia. Ay, madre.

Santiago González, EL MUNDO, 8/4/2009