Una reducción de la violencia

EL MUNDO 02/01/14
ARCADI ESPADA

A falta de unas últimas estadísticas correspondientes a diciembre, es casi seguro que el número de muertos en accidente en España alcanzará su mínimo histórico desde que hay datos fiables y se situará bastante por debajo de los 1.300 del año 1960. En ese año había un millón y medio de coches en España. Y murieron 1.300 personas en accidentes de tráfico (0,09%). En el año 1990 había 22.400.000 y murieron 5.940 (0,03%). Y en 2012 había 31 millones de coches y hubo 1.249 muertos (0,004%). Estas cifras que relacionan accidentes y vehículos permiten obtener una conclusión razonable: en medio siglo se ha reducido la proporción en un 96%, lo que supone, en comparación plausible, una reducción gigantesca del riesgo de muerte automovilística.
Las causas de este descenso impresionante de los muertos, de los heridos y de los tullidos son múltiples y el peso de cada una de ellas se juzga de modo diverso por los especialistas. Está el aumento del control de la circulación, el endurecimiento de los castigos, y la mejora de las carreteras y de la seguridad de los vehículos entre las causas lógicas y fundamentales. Lo trascendental, sin embargo, es lo que estas cifras enseñan respecto del puro proceso civilizatorio. No sólo deben inscribirse en la lucha, lenta pero victoriosa, del hombre por alargar la vida. Luchar contra los accidentes de tráfico necesita de la ciencia, del talento y del trabajo, como lo necesita la lucha contra el cáncer o los infartos. Pero es que, además, esta reducción tan estimable de la muerte en carretera debe anotarse en un capítulo de satisfacción humana menos evidente, como es el de la reducción de la violencia. El coche es uno de los símbolos fundamentales de la modernidad por obvias razones derivadas de su importancia práctica. Pero en algunas manos se convierte en un instrumento de violencia y de autoviolencia, no siempre metafórica. De algún modo puede decirse que en las últimas décadas el hombre occidental ha conseguido domar a su principal bestia: algo así como hacer perro del lobo. Se trata de una enorme noticia. Pero no de una noticia de periódico, naturalmente. Los periódicos no ven crecer la hierba. Pero crece.