Unas flexiones

EL MUNDO 23/05/15 – ARCADI ESPADA

Querido J: Como sabes soy un gran partidario del día de reflexión. Una de las bellas cosas inútiles que la gente de bien habría de proteger. No entiendo, además, como dándose los días de la guerra de las galaxias, el día del vestir de rojo o el día del retrete la masa abomine de este suave día de nadie. Aunque el único que no debería reflexionar mañana en España eres tú, que te pasas todos los días haciéndolo, no quiero privarme de la vanidad que supone hacerte partícipe de la reflexión mía. El orden de aparición no implica importancia.

Yo votaría a:

1. Un partido que fuera vulgar en lo económico, cuyas propuestas hubieran sido probadas en escenarios diversos y obediente hasta la reverencia con las consignas europeas.

2. Un partido que pusiera detrás de cada palabra una cosa.

3. Un partido con la ciudad como tema, que reconociera que el campo solo es su jardín comestible.

4. Un partido que tuviera en cuenta que el pueblo es infalible pero que los ciudadanos pueden equivocarse y se equivocan.

5. Un partido que fuera mejor que sus votantes.

6. Un partido que considerara que la regeneración se acomete al modo como crece la hierba.

7. Un partido que se encarara con los conflictos políticos más incómodos y no dejara su presunta solución en manos del tiempo. O sea: que no contrajera deudas morales que los próximos hubieran de pagar.

8. Un partido que no hiciera de los vicios privados virtudes públicas: liberado de la toxicidad de la nación y de la religión.

9. Un partido que entendiera el adanismo como la suprema forma de la pereza.

10. Un partido que supiera que el Estado tiene el monopolio de la violencia y la gestión casi exclusiva del heroísmo.

11. Un partido que reconociera que el sistema mediático es ya una firme amenaza para la calidad de la democracia y que no vacilara en idear leyes para la protección de la verdad, por más que desde el negocio lo intimidaran llamándole chavista o convocando a Orwell.

12. Un partido que dijera en cuatro lenguas que solo hay una lengua española.

13. Un partido para el que la política fuera un desafío intelectual y la justicia la solución de compromiso para los problemas momentáneamente irresolubles.

14. Un partido que no quisiera cambiar el modelo productivo de España.

15. Un partido que se abstuviera de poner la mano en la caja y en el cogote de los ciudadanos.

16. Un partido nacionalista español, es decir, de la Constitución de 1978.

17. Un partido que supiera que solo hay una civilización y que debe defenderse en todos los lugares.

18. Un partido que no tuteara a nadie.

19. Un partido donde la ideología se admitiera como el inexorable fracaso de la ciencia; un partido pedante que denunciara la falacia de la falacia naturalista.

20. Un partido convencido de que la verdad no es una opinión.

21. Un partido consciente de la evidencia de que los ideológicamente iguales pueden llegar a odiarse con desmoralizadora facilidad.

22. Un partido que tuviera en lo alto a un hombre como aquel canadiense, capaz de decir: «Just watch me».

23. Un partido que cuando ganara advirtiera lo que Montaigne a los que acababan de elegirle alcalde de Burdeos: «Prometo tomar vuestros asuntos entre mis manos, pero no esperéis que con ellos me aplaste el corazón ni me ahogue los pulmones».

24. Un partido cuyo principal principio fuera el de la realidad.

25. Un partido que no convirtiera cada conflicto en una negociación constitucional.

26. Un partido que no fuera como un sofá y que, en consecuencia, no tomara la forma del último culo que lo okupó. (Churchill, probably).

27. Un partido que dijera, ¡y cobrara!, lo mismo en toda España.

28. Un partido que supiera que los sentimientos existen y deciden, y pudiera así plantarles cara.

29. Un partido que considerase a Europa su primer asunto interno.

30. Un partido que constatara que las campañas electorales han muerto sustituidas por la campaña electoral permanente.

31. Un partido que devolviera las monjas enamoradas a sus conventos.

32. Un partido de profesionales, bien formados, bien pagados, que no pudiera ser humillado intelectualmente por las corporaciones ni buscara luego lamerse vanamente sus heridas entre los muchos infelices.

33. Un partido de cristal de roca.

34. Un partido que no tratara de ganar con la policía lo que no ha sabido defender con la política.

35. Un partido que, como entrenamiento, empezara por coaligarse consigo mismo.

36. Un partido cuya relación polémica con las ideas y los hombres fuera la que diseñó (más o menos) Mario Bunge: vaciarse de odio en la idea para que el odio no alcance al que la lleva.

37. Un partido que distinguiera entre derrotar y destruir a sus adversarios.

38. Un partido contra las cuotas, incluidas las de pantalla.

39. Un partido que presente soluciones para el tráfico: de drogas, de personas y de dossieres.

40. Un partido estrictamente afecto al grito de España, mañana, será republicana.

41. Un partido que no dijera nunca: «hay que limpiar».

42. Un partido político.

Sigue con salud

A.