La pasividad refuerza a la Yihad

ABC 23/05/15
EDITORIAL

ES intolerable que el mundo siga asistiendo impasible a la exhibición de atrocidades que llevan a cabo los terroristas del mal llamado Estado Islámico. El comportamiento de esa horda de forajidos a su entrada en la mítica ciudad de Palmira no puede quedar impune, sobre todo porque se trata de crímenes cometidos con la peor de las alevosías y con la voluntad expresa de exhibir la mayor crueldad posible. No es tiempo ya de visiones a corto plazo ni de consideraciones colaterales, basadas en los antecedentes políticos de Siria, porque al lado de esta encarnación del mal que es el Estado Islámico palidece incluso una de las dictaduras más sórdidas de Oriente Próximo. Sin entrar en lo que podría parecer una clasificación de perversidad, el EI es hoy el factor más peligroso y desestabilizador para todo el mundo.

No es casual que después de haber conquistado grandes zonas de Siria e Irak los terroristas intenten ahora desestabilizar Arabia Saudí, un país cuyo Gobierno ha mantenido un inquietante papel en el desarrollo de estos exabruptos del fanatismo religioso islámico. La situación pone a los musulmanes de todo el mundo en la primera línea de la responsabilidad directa a la hora de denunciar y combatir lo que está sucediendo y lo que estos desalmados hacen en el nombre de su religión. Nadie puede ignorar lo que está pasando. En nombre de la civilización, este grupo criminal debe ser aniquilado. Las grandes potencias del mundo deben dejar de mirar hacia otro lado, también Europa, y prepararse para hacer frente con todos los medios y en todas partes a estos carniceros, empezando por Estados Unidos, que ya ha constatado que únicamente con apoyo aéreo no es posible detenerlos. Tendrá que ser por tierra, y tendrá que ser cuanto antes.