Votar en libertad

ABC 19/03/15
ISABEL SAN SEBASTIÁN

· Con cuatro elecciones convocadas, este año será prácticamente inhábil, porque nadie querrá hacer pactos ni mojarse en actuaciones polémicas

LO peor de convocar cuatro elecciones en un año no es el dineral que cuesta la broma, no. Eso es una burla al contribuyente que paga el guateque, pero no incide negativamente en la vida diaria de los ciudadanos. Lo más grave de este «festival de las urnas» es que cada proceso condiciona de manera determinante el posterior, lo que paraliza o cuando menos ralentiza el normal desarrollo de los acontecimientos políticos que el elector debería decidir con su papeleta. Dicho de otro modo; este año de 2015 va a ser prácticamente inhábil en términos legislativos y de gobierno, porque nadie querrá mojarse en actuaciones polémicas que puedan perjudicar sus intereses partidistas. Y eso sí es nefasto para un país y sus habitantes.

Andalucía inaugura la tanda este domingo, con una convocatoria prematura que únicamente justifica la conveniencia de Susana Díaz. La candidata socialista adelantó el calendario empeñada en minimizar su retroceso, amén de fortalecerse en la guerra civil de guerrillas que ya se palpa en sus filas, y, a tenor de las encuestas, parece que va a conseguirlo, a costa, eso sí, de sumir a su región en una etapa de inestabilidad incompatible con el progreso. Tal vez logre infligir al PP una derrota tan dolorosa como desmoralizadora con vistas al futuro inmediato, pero los andaluces pagarán por ello. Porque ni Podemos ni Ciudadanos serán tan ingenuos como para ligar su destino al de uno de los grandes partidos en los que aspiran a hacer mella. Que nadie piense por tanto en pactos de investidura ni mucho menos de gobierno. Que se olviden algunos de «frentes populares» susceptibles de asustar al electorado conservador y echarlo en brazos del PP, y que abandonen otros la esperanza de ver cómo los de Albert Rivera apuntalan a los de Rajoy y se unen a su proyecto. No va a ser tan fácil, ni mucho menos tan rápido.

Después de las andaluzas, en mayo, vendrán las municipales y autonómicas, que tampoco brindarán mayorías absolutas. En todas las comunidades autónomas y grandes ayuntamientos de España será preciso negociar a fin de formar gobiernos, pero será imposible alcanzar acuerdos estables porque todos los interlocutores tendrán las manos atadas por las generales previstas para siete meses después, cerca de las navidades. Todos salvo los catalanes, que votarán incluso antes, el 27 de septiembre, llamados a las urnas por tercera vez en menos de cinco años, sin otro propósito que avanzar hacia el abismo de la secesión al que les conduce Artur Mas.

¿A quién beneficia esta locura? A los españoles no, desde luego. Ni siquiera a los partidos políticos, entendidos como organizaciones respetables responsables de articular el libre juego democrático. Este derroche de gasto público y desgaste de nuestra paciencia, llevada al límite con campañas reiterativas y vacías de contenido, únicamente sirve a determinados líderes o aparatos que viven del cálculo a corto plazo y del regate oportunista. Esto no es democracia; es abuso de las atribuciones que el sistema pone en manos de los administradores, arbitrariedad rayana en la prevaricación, desprecio al pueblo soberano.

Puesto que nos esperan, por tanto, largos meses de incertidumbre, démonos al menos el capricho de votar en conciencia, sin miedo ni cortapisas; sin segundas derivadas ni cálculos complejos sobre la utilidad de nuestro sufragio, pensando únicamente en las acciones y omisiones de quienes nos piden el voto, su trayectoria, sus propuestas y su cercanía o distancia respecto a nuestra ideología. Démonos el gusto de votar en libertad.