¡A españolear!

Uno debe descubrir en soledad las razones de esta tensión, porque a los partidos sólo les importa ejercer el poder. Caiga quien caiga. Y en el espacio internacional pintamos menos que el pito de un sereno, porque el enfrentamiento al que hemos llegado nos presenta como una entidad política etérea y sin nación. A pesar de la campaña de españolismo del Gobierno.

Hay que reconocerle al actual presidente del Gobierno un gran dominio de la propaganda. Dominio de la utilización de acontecimientos como desencadenadores de dinámicas donde su propaganda caiga en fértil terreno para ser asumidas por unas crédulas masas proclives a las ensoñaciones tras su previa maceración por los medios de comunicación con esa perversa producción de mixtificaciones entre ficción y realidad o entretenimiento y política. Porque si la más dura critica que recibiera en el pasado los medios fue la de la vulgarización de la información, en la actualidad sería la del embaucamiento, tendencia que se generaliza, que es peor, porque ya no es informar sino convencer con malas artes. Con esas técnicas todo es posible, lo uno y su contrario, y, además, en apenas unos instantes.

Tras seducir a unas necesitadas masas de que ETA, el terrorismo, la guerra y el mal acaben en el mundo, con un proceso de negociación con la banda que trajese la paz -la paz como señuelo-, donde se vieron deterioradas algunas legitimidades fundamentales, como la del Estado y su Gobierno, y se pusieron en entredicho algunas cuestiones básicas en un estado de derecho ante la sospecha de que se pudiesen otorgar importantes reivindicaciones políticas a ETA a cambio de paz, el Gobierno inició, una vez fracasado el proceso, una empalagosa campaña de españolismo que asombra cuando uno recuerda las definiciones que de esa nación hiciera su presidente.

Tras esa aventura de la negociación con ETA en la que el Gobierno quedara tocado –y no sólo el Gobierno-, tras unos nuevos estatutos que parecen despedazar el país rememorando los reinos de Taifas, sólo concebible por lo surrealista y disparatado en una viñeta de Forges, vuelven colores y menciones patrias en cada anuncio publicitario en una desaforada campaña de propaganda, hasta en el consejo de que desayunemos abundantemente, de Gobierno de España –tan surrealista y disparatada la campaña de propaganda como la orgía centrifugadora de los nuevos estatutos-. Al Gobierno de Rodríguez Zapatero, justo antes de las elecciones, nadie le podrá acusar de poco español.

Más banderas rojigualdas que en todas las manifestaciones de la AVT han ondeado en su mandato, aunque para ello se haya tenido que buscar el escenario oportuno, Ceuta y Melilla, permitiendo a los reyes que las visiten. Nadie podrá decir que en su legislatura la enseña nacional no ha ondeado, nadie le podrá acusar de carecer de patriotismo, cuando manda a sus majestades a los dos ciudades por antonomasia, e indubitables, más españolas (porque se juegan mucho si dejan de serlo, empezando por la libertad), cuando ni Suárez, ni González, ni Aznar se atrevieron a ello. La exclamación de Torrente, la más castiza, viene a pelo: “¡con dos cojones!

No hay nadie que pueda achacarle carecer de patrio valor, y el que venga por detrás que arree. Si su sucesor, o él mismo, tiene que solicitar ayuda a los americanos que la solicite, si tiene que ir a una guerra con ellos, porque ponen precio o por simple compensación, allá él, siempre se le podrá achacar venderse a los americanos. Porque lo importante siempre es ganar las próximas elecciones y mantenerse en el poder, de ahí la inmensa importancia de la propaganda, de la imagen, hasta que el tiempo descubra que debajo de ella no hay nada, o no. ¡Pero les parece poco el poder!: debajo de los adoquines el poder.

Uno empieza a no descubrir en que país y época vive sometido a los bandazos que le infieren: Quisiera vivir, por el contrario, en un espacio y tiempo mesurable, donde las cuestiones políticas puedan ser predecibles, donde lo uno ni lo otro, ni su contrario, casi se den a la vez sin ninguna razón que le sea explicada, aunque sepamos desde niños que en río apacible no hay ganancia para los pescadores. Uno debe descubrir en soledad las razones de estos meneos, de estas duchas escocesas, de esta tensión, simplemente porque a los partidos sólo les importa ejercer el poder. No es de broma citar caiga quien caiga. Caemos todos con todo el equipo, y pintamos menos en el espacio internacional que el pito de un sereno porque dentro de casa el espectáculo de enfrentamiento al que hemos llegado nos presenta como una entidad política etérea, enfrentada y sin nación, por mucho gesto panderetero que ahora se nos ocurra orquestar y por más banderas que en las manifestaciones de la AVT saquemos.

Eduardo Uriarte, BASTAYA.ORG, 15/11/2007