Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 14/9/11
E l vertiginoso agravamiento de la situación económica en Europa, en gran medida como consecuencia de la interminable crisis griega, ha puesto a España al borde de un abismo totalmente desconocido en nuestra historia. Y es que nunca, como ahora, lo que pasa en cualquier extremo del planeta puede acabar afectando a naciones y personas situados a miles de kilómetros.
La economía sufre una alteración, no ya en Francia o Alemania, ni siquiera en Estados Unidos, sino en Japón o China y, de pronto, el empresario de la esquina, que necesitaba un préstamo para seguir con su negocio, no lo obtiene y ha de cerrar, lo que le cuesta el empleo a quienes llevaban muchos años trabajando para él. Sí, ya sé que es la globalización, pero maldita globalización esta que nos da tantos disgustos y tan pocas alegrías.
La cosa ha llegado a tal extremo que Obama -presidente de un país en el que a nadie, tampoco a sus políticos, suele interesar demasiado lo que pasa más allá de sus fronteras- ha salido a la palestra a mostrar su preocupación por lo que pueda acontecer en España y en Italia, países que son, a su juicio, «el mayor problema» en la crisis europea.
Uno se imagina, por supuesto, que cuando la situación de un país ha llegado a agravarse hasta el punto de convertirse en objeto de preocupación del político más poderoso de la tierra, el Gobierno de ese país debe estar en situación de máxima tensión por la responsabilidad que tiene enfrente.
No hay más que ver la cara de Zapatero para saber que no es así. Pero si de su cara, que refleja siempre esa alegría irresponsable que lo ha caracterizado desde que puso sus pies en la Moncloa, pasamos a su forma de gobernar, la cosa es para tirarse de los pelos.
Y es que con Zapatero tenemos en la Moncloa, por primera vez en nuestra reciente historia democrática, a un hombre cuyo horizonte no sobrepasa jamás las próximas elecciones en las que le toca competir, ahora ya no a él, pero sí al partido que dirige. Por eso, cuando está cayendo la que está cayendo, Zapatero no gobierna pensando en el futuro de España sino en el de Rubalcaba, que es, por lo que parece, quien impulsa ahora, en su condición de candidato, las medidas del Gobierno (la última, la reintroducción del impuesto sobre el patrimonio), con la vista puesta en arrancar, aquí o allá, unos miles de votos más para meter en su zurrón.
Zapatero y Rubalcaba, Rubalcaba y Zapatero (tanto monta, monta tanto) han dado, al fin, con esta increíble y esperpéntica transferencia de poder, desconocida en cualquier otra democracia seria, la auténtica medida de lo que les interesa de verdad: no el país, sino mandar en él. No es extraño, así, que Obama se muestre preocupado. Y eso que hay que suponer que, por fortuna o por desgracia, no sabe de la misa la mitad.
Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 14/9/11