Fernando Ónega, LA VOZ DE GALICIA, 15/9/12
El poder central, poco a poco, va diciendo algo. Hay que arrancárselo con fórceps, pero no le queda más remedio que decir algo. Sobre Cataluña, me refiero. Así, ya sabemos que al presidente le parece un lío que requiere mucha cautela. A su portavoz parlamentario, el señor Mas le recuerda a Ibarretxe. Y la vicepresidenta y portavoz consideró, primero, que había que enfriar el asunto y, finalmente, que esto se arregla con la Constitución. Es decir, que nuestros gobernantes andan en la vaguedad y la precaución, y yo les comprendo perfectamente: si echan mano de la contundencia, atizan el fuego; pero, si se muestran comprensivos, alimentan la fiera. La consigna, por tanto, no puede ser otra que sortear las preguntas de la prensa como se pueda y esperar que el señor Rajoy tenga un mensaje poderoso para el líder catalán en la entrevista del próximo jueves.
Para hoy me quedo con lo dicho ayer por la señora Sáenz de Santamaría: el Gobierno responderá «con la Constitución y las leyes». Nada más obvio. Nada más digno. Nada más legal. Solo hay algún pequeño problema. El primero, que la Constitución española le importa un pimiento a quien plantea la ruptura con España. Ya la ha violado. La empezó a violar en el mismo momento en que consideró suyo el clamor de los independentistas y empezó a hablar de independencia, porque se está rebelando contra su artículo 2. El que quiere marcharse lo hace precisamente para tener su propia constitución.
El segundo, que, en una situación de fuerza o de hechos consumados, el Estado no tiene muchos mecanismos para imponerse. ¿Qué hace, si se presenta una hoja de ruta que lleve a la soberanía plena? ¿Se manda a la Guardia Civil a ocupar la Generalitat? ¿Se declara ilegal un referendo y todo lo que siga? Se puede hacer, naturalmente, pero no se pueden contener riadas humanas como la vista el martes en Barcelona. Más vale ensayar otras vías de entendimiento que la simple imposición constitucional.
Y, por último, Artur Mas no es Ibarretxe. ¡Qué digo! Ibarretxe era un santo al lado de Artur Mas. Ibarretxe quería cambiar el Estatuto, no crear un Estado europeo. Ibarretxe no hablaba directamente de independencia, sino de asociación con España. E Ibarretxe, con su famoso plan abortado, no se salió un milímetro del procedimiento previsto en el cauce constitucional. Por eso lo frenaron. Ahora, el señor Mas ya sabe qué camino no debe coger: el que pase por el Congreso de los Diputados, porque ahí el PP y el PSOE funcionarán como esa coalición que no saben hacer frente al paro. Pero ahí podríamos tener una pista: si Mas va por la vía constitucional, tranquilos: no quiere la independencia, sino magrear el independentismo para sacarle rentabilidad.
Fernando Ónega, LA VOZ DE GALICIA, 15/9/12