LA RAZÓN, 1/7/12
Quince años después, el agente que liberó a Ortega Lara rememora el día. «Sacó la cabeza del zulo y al ver el gentío se metio de nuevo para adentro»
Madrid- Quince años después de la liberación de José Antonio Ortega Lara, cuyo secuestro tuvo en vilo a España 532 días, el jefe del equipo de investigación de la Guardia Civil que lo rescató rememora la operación, y reconoce que cualquier error le habría «condenado» a una muerte segura. La inscripción «Ortega 5K», seguida del monosílabo «BOL», hallado en la agenda de un cabecilla etarra, llamó la atención de los agentes, que estaban convencidos de que la nota significaba el pago de «5 kilos» –5 millones de pesetas– a un tal «BOL» para el mantenimiento del secuestro. A partir de ese momento se inició una carrera contrarreloj para identificar a «BOL». «Había que ir con pies de plomo», afirma el teniente coronel, que reconoce que cualquier «patinazo» en los seguimientos habría sido «letal» para Ortega Lara.
Había que actuar de inmediato y detener al identificado como José Manuel Uribetxeberria Bolinaga, vecino de Mondragón y a su cuadrilla. El dispositivo se activó para el 1 de julio y al mando estaba el juez Baltasar Garzón. El objetivo: una nave industrial que solían frecuentar. Uno de los detenidos llevados a ese lugar lo negaba todo. «Las horas pasaban y cundía el desánimo», recuerda el guardia civil, que reconoce que sólo el empecinamiento de los agentes, que inspeccionaron palmo a palmo el edificio durante varias horas, impidió que muriera abandonado. Tras horas de búsqueda infructuosa, fue una pieza móvil detectada en una de las máquinas y que fue forzada a mano por los guardias civiles, la que consiguió abrir una pequeña rendija en aquel angosto agujero. «En ese momento, el etarra se derrumbó y confesó que allí estaba Ortega Lara», recuerda triunfal.
Inseguridad y miedo
«Recuerdo cómo sacó la cabeza del zulo y al ver el gentío que había alrededor se metió de nuevo para adentro», relata con cierta tristeza el teniente coronel, que comprende el «miedo» y la «inseguridad» que sentía un ser humano que llevaba 532 días encerrado. «A nivel humano, devolverle a la vida no tuvo precio», confiesa.
Quince años después y con el anuncio del fin de la violencia por parte de ETA, el actual jefe de operaciones de la Guardia Civil en la lucha contra la banda terrorista lo tiene claro: la ETA que tuvo «contra las cuerdas» al Estado durante años «ya no volverá nunca». «ETA está donde está porque el Estado de Derecho no le ha dejado otra opción» y porque la banda y su brazo político se han convencido de que «no podían ganar» y de que «la guerra la habían perdido». Eso sí, no duda de que la banda terrorista y su entorno tratarán de presentar su derrota como una victoria e intentarán sacar rédito político de su final, aunque advierte: «Si en los años en que estuvieron fuertes no consiguieron doblegar al Estado, ahora menos».
Tampoco ve probable el responsable de la Guardia Civil una hipotética escisión en la banda que optara por regresar a las armas y volver a los atentados. «La información que tenemos es que la sensación de derrota es algo interiorizado en todos y por eso es muy difícil que alguien se apunte a caballo perdedor».
Hoy niega que ETA «esté derrotada»
Con problemas de visión y sin apenas luz, pasó su cautiverio en un zulo de dos por tres metros sin poder leer, sufriendo la humedad que rezumaba del río Deba, y padeciendo fiebres, hongos y diarreas. La desesperación le llevó a planear su suicidio el 5 de julio, fecha de su aniversario de bodas. Afortunadamente, cuatro días antes fue liberado. Poco después, causó baja por incapacidad laboral en el cuerpo de funcionarios de prisiones y se ha convertido en una de las voces más críticas con las políticas antiterroristas de posteriores gobiernos, hasta el punto de negar que ETA «esté derrotada».
LA RAZÓN, 1/7/12