Entrevista con Enoch Alberti, miembro de la Fundación Pi-Sunyer de Estudios Autonómicos, encargada de redactar la propuesta de nuevo Estatuto para Cataluña. Asegura que, a diferencia de Euskadi, los temas «más espinosos de la reforma estatutaria en Cataluña se dejan para el final».
EL PERSONAJE
Enoch Alberti Rovira (1958). Es catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Barcelona. Miembro de la Fundación Pi-Sunyer de Estudios Autonómicos, encargada de redactar la propuesta de nuevo Estatuto para Cataluña. Experto en comunidades autónomas de alto rango competencial en el seno de la UE. Ha sido asesor de la Generalitat y del Ministerio de Administraciones Públicas.
Libros: ‘Federalismo y cooperación en la República Federal Alemana’ (1987), ‘Unidad económica y autonomía política’ (1993) y ‘El componente solidario en el sistema de financiación de las comunidades autónomas’ (2001).
Artículos: ‘La representación territorial’ y ‘La delimitación de competencias entre la UE y los estados’.
El Parlamento vasco comenzó el pasado miércoles el debate, artículo por artículo, del plan Ibarretxe. El catalán inició hace un mes el proceso de redacción del nuevo Estatut, no en base a un texto elaborado por el Gobierno, como en Euskadi, sino a los materiales que hace llegar a la ponencia parlamentaria el Instituto de Estudios Autonómicos. El profesor Enoch Alberti trabaja en este organismo que depende de la Generalitat, pero goza de un reconocimiento generalizado entre los partidos catalanes. De paso por Vitoria, invitado por el Instituto de Historia Social Valentín de Foronda de la UPV, habló con EL CORREO de reformas estatutarias.
-¿Cómo lleva esto de hacer el trabajo a los políticos?
-Bueno, no sé si se puede decir así (risas). Los textos que nosotros elaboramos sirven de base para el trabajo de la ponencia parlamentaria en la que están todos los partidos. Es verdad que, en lo que se ha discutido hasta ahora, han introducido muy pocos cambios. De momento se ha aprobado la parte relativa a acción exterior de la Generalitat y a las relaciones con la Unión Europea.
-¿Por qué decidieron empezar por ahí?
-La posibilidad de consenso era mayor o al menos las dificultades no eran tantas.
-En Euskadi, la ponencia trató en su primera reunión el estatus de libre asociación, la esencia misma del plan Ibarretxe.
-En Cataluña los temas más espinosos, como pueden ser las declaraciones relativas al derecho a la libre determinación de los pueblos, la expresión de Cataluña como nación y otras, se han dejado para el final. Al inicio, hubo una propuesta de CiU para empezar a discutir por ahí, por el preámbulo y el título preliminar, pero todos los demás partidos la rechazaron y se ha empezado por temas en los que el consenso parece más fácil.
-Una postura inteligente.
-Es un camino para buscar los consensos necesarios y al final, intentar hallar una fórmula que sea satisfactoria en las cuestiones más espinosas.
-¿Hay una fórmula para encajar el derecho de autodeterminación en la reforma de los estatutos?
-No lo sé, pero de momento todos los partidos se han manifestado a favor de encontrarla. Pienso que será muy difícil que, cuando esté aprobado el 80% del texto del nuevo Estatut, se deshaga el acuerdo por una cuestión de carácter esencialmente nominal. Cuanto más se avance en la negociación del texto y más consensos se vayan logrando, será más difícil que alguien se descuelgue por una cuestión que, hoy por hoy, tiene un valor esencialmente nominal.
-¿Qué dirán a eso las formaciones nacionalistas?
-Los partidos que reclaman la presencia del derecho de autodeterminación en el nuevo estatuto, al menos en Cataluña, están insinuando que se darían por contentos si figura algo en este sentido en el preámbulo, sin necesidad de que el texto articulado haga mención al tema.
-¿Entonces ve posible llegar a un acuerdo unánime en el Parlamento catalán?
-No lo descarto. El PP, que al principio era muy reticente a esta operación, está entrando en ella y de momento no ha puesto pegas insalvables.
-Maragall pedía este verano que la reforma constitucional señale qué autonomías son nacionalidades y cuáles regiones.
-Si se trata simplemente de denominar a unos de una forma y a otros de otra, no llegaremos muy lejos por ese camino. Al contrario, puede provocar más rechazos que consensos. El problema político de fondo al que habrá que buscar solución es cómo la Constitución reconoce realidades distintas y cómo se tratan de forma también distinta. Eso la Constitución lo permite sin ningún género de dudas. Por tanto, la diversidad es posible. Sobre esa base se construyó el edificio autonómico y la propuesta de Maragall no deja de ser una primera piedra.
-¿Acabarán el PNV y CiU pidiendo el ‘sí’ en el referéndum de la Constitución europea?
-Creo que Convergencia al final votará favorablemente. El congreso que celebró hace poco condicionó su posición al cumplimiento de dos condiciones: el reconocimiento oficial del catalán en Europa y que se asegure la participación de las comunidades en la delegación española ante el Consejo de Ministros europeo en aquellos asuntos que les afecten. Son asuntos que ya están encaminados y que seguramente se van a tratar en la conferencia de presidentes de esta semana. Si se cumplen esas dos condiciones yo creo que CiU votará sí.
-¿Y el PNV?
-No conozco tanto el debate en el País Vasco, pero creo que si se cumplen estas condiciones es difícil decir que no, sobre todo en partidos con una tradición europeísta tan fuerte. Además, pedir el ‘no’ es arriesgado porque si luego en Cataluña y Euskadi gana el ‘sí’, esto desautorizaría muchísimo a los partidos nacionalistas.
«Si la reforma del Senado empieza por su composición, corre el riesgo de encallar»
-¿Para cuándo la reforma del Senado que anuncia el Gobierno?
-De momento existe un acuerdo, que ya se expresó hace diez años, en que hay que modificar el Senado y potenciar su carácter de representación territorial. Pero, aparte de estas dos ideas, no hay nada más. Algo que no deja de preocuparme porque deberíamos estar ya discutiendo las distintas alternativas. Hay muchos modelos posibles y supongo que hay miedo a que el debate se encalle a las primeras de cambio. Habría que buscar un método que haga viable el debate y después empezar a hablar de los modelos posibles.
-En verano se habló del modelo alemán.
-Sí, un modelo que está en cuestión en la propia Alemania. A mí me gusta, pero habría que ver con detenimiento si en un país como España encaja una segunda Cámara con esa enorme fuerza. Piense que el Bundesrat funciona en Alemania, pero no hay nada parecido en ningún otro país del mundo. Es uno de los modelos que hay encima de la mesa, pero hay que estudiarlo, sobre todo ahora que los alemanes empiezan a pensar en su reforma porque consideran que su peso en la legislación federal es excesivo.
-¿Qué plantea entonces?
-Quizá sería mucho mejor empezar por discutir las funciones que debería asumir el nuevo Senado, en lugar de empezar por su composición. Y una vez nos pongamos de acuerdo en las funciones, intentar hallar una composición que resulte adecuada para que pueda cumplirlas correctamente. Si se empieza por la composición, que es lo más llamativo, corremos el riesgo de encallar muy rápidamente.
EL CORREO, 25/10/2004