Iñaki Irigoien, ex artificiero de la Ertzaintza que hoy hace diez años sufrió de lleno el impacto de una bomba de ETA en Intxaurrondo: «Nuestro síndrome es el mismo que el de los soldados que vuelven de la guerra. No voy a olvidar jamás el atentado. Y esto ayuda. Estos homenajes son muy importantes».
Iñaki Irigoien fue ayer el encargado de leer en euskera el texto institucional a favor de las víctimas en la Academia de Arkaute. Hoy, precisamente, se cumplen diez años desde que la fortuna le salvó la vida. Hace una década, frente al cuartel de Intxaurrondo, ETA tendió a los artificieros de la Policía Nacional, la Guardia Civil y la Ertzaintza una de las trampas más sofisticadas de su historia reciente. En el atentado podían haber muerto una decena de los mayores expertos del País Vasco en explosivos. Iñaki Irigoien fue alcanzado de lleno por la detonación y está vivo de milagro. Sufrió gravísimas heridas y los médicos llegaron a creer que apenas le quedaban unos minutos de vida. Se despierta todos los días con el sonido de la explosión aún retumbando en sus oídos.
– ¿Qué sentido tiene para usted que se celebre un Día de la Memoria en la Academia de Arkaute, en recuerdo de los quince ertzainas asesinados por ETA?
– Para mí es muy importante. Considero necesario que se acuerden de nosotros por todo lo que hemos sufrido por nuestro país, por Euskadi. Yo era un ertzaina y, por lo tanto, mi trabajo era por mi país. Yo antes me mantenía al margen de este tipo de actos pero me pidieron que leyese el texto en euskera. Y pensé…¡pues claro!. Todos tenemos que hacer algo.
– El atentado en el que usted resultó herido demostró cómo las distintas policías desplegadas en Euskadi trabajan juntas contra el terrorismo. Aquel día, ocho guardias civiles, un policía y un ertzaina estuvieron a punto de perder la vida en una trampa de ETA.
– La palabra exacta no es trabajar con…es trabajar unidos. Estábamos todos, los guardias civiles, los policías, los ertzainas, codo con codo, sin ningún problema. Intxaurrondo había sufrido un atentado y teníamos que estar allí para que no hubiese más víctimas. Luego pasó lo que pasó.
– ¿Y qué pasó?
– Bueno, para empezar, yo estoy convencido de que nos tenían muchas ganas. El día anterior, por ejemplo, habíamos pillado un atentado de ETA en el Chillidaleku contra el Rey y les habíamos encontrado dos granadas. Querían vengarse. En Intxaurrondo nos prepararon una trampa. Colocaron dos granadas anticarro Mecar. Una de ellas había salido y alcanzado el cuartel y la otra estaba allí, en una colina. Nada más llegar acordonamos la zona, ordenamos que se evacuase la autopista y que se apartase todo el mundo del ángulo de tiro. Hicimos muy bien nuestro trabajo, pasamos los perros, examinamos la zona…. pero …bueno… habían enterrado el explosivo como si fuese una mina y le colocaron un teléfono móvil. Los terroristas estaban al otro lado de la autopista. Vigilándonos. Cuando vieron que los agentes se acercaban a la bomba, sólo tuvieron que apretar un botón. Yo estaba a unos metros… y… pues eso… Iñaki voló, voló, voló.
– Usted tiene mutilaciones por el atentado pero también arrastra otro tipo de secuelas.
– Han pasado diez años pero sigo yendo al psiquiatra todos los meses y necesito tomar tres tipos de pastillas cada día. Durante un tiempo me tenía que marchar una semana de casa, irme lejos de Euskadi por un tiempo. Y no he dejado de sufrir pesadillas.
«No puedo olvidar»
– ¿Cree que se trata de un tipo de daño que, a la hora de hablar de las víctimas, suele olvidarse?
– ¿Sabe cómo llaman a esos problemas? Trastorno por estres post traumático. Eso se ve en las películas de los yankis, cuando vienen de Vietnam o de Irak, pero aquí también pasa. Tengo el ojo postizo. Todo esto era un agujero (enseña sus cicatrices en la pierna derecha). El médico me quería cortar la pierna y yo, en la UVI, me negué. Y la salvaron. Pero eso se cura. Lo que no se cura es que me miro en el espejo y me veo. Recuerdo el atentado cada vez que me saco el ojo de cristal para limpiarlo. Sé por qué ha pasado. No voy a olvidar jamás el atentado. Y esto ayuda. Estos homenajes son muy importantes.
– Y desde el punto de vista de la sociedad, ¿ha notado apoyos?
– Mire, yo vivo en un pueblo muy pequeño en el que nos conocemos todos. Antes del atentado ya me habían quemado el coche.
– ¿Y cree que la protección a las víctimas es suficiente?
– Fui uno de los primeros heridos graves en atentado de ETA y en ese momento no existían protocolos de ayuda. Tuve la suerte de que el entonces director de la Ertzaintza, Jon Uriarte, me ayudó muchísimo. El sabía que no existía ningún protocolo y que era necesario hacer algo. Casi estoy orgulloso de ser el primer herido y haber ayudado a poner en marcha los planes de ayuda.
EL CORREO, 11/11/2010