Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 3/10/12
La metáfora más socorrida, y más falsaria, de la que echan mano algunas mentes biempensantes desde que se produjo el anuncio de los planes secesionistas del nacionalismo catalán es la del choque de trenes.
Quienes recurren a ella reconocen, claro está, que el tren independentista marcha a toda máquina y que sus fogoneros no descansan, vociferando como Marx (Groucho, por supuesto), ¡más madera, más madera! Pero ese reconocimiento de la realidad se acompaña de una pura invención destinada a descargar de parte de su responsabilidad a un nacionalismo catalán que la tiene hoy por entero. Y es así: frente al tren secesionista se presume, gratuitamente, la existencia de otro -el nacionalista español- que, supuestamente, marcharía en sentido contrario y condenado, por tanto, a darse un formidable chocotón con el primero.
¿Hay tal? En absoluto. Nada de choque de trenes por la sencillísima razón de que por la vía por la que marchan Mas y sus diversos seguidores solo circula a todo trapo su locomotora desbocada. De hecho, lo que resulta llamativo es la extremada prudencia del Gobierno frente al gran desafío, acompañado de amenazas de actuar contra la ley, del nacionalismo catalán. Es verdad que hay periódicos y emisoras de radio de la derecha más intransigente que andan a lo suyo, pero considerar responsable al Gobierno y a la inmensa mayoría de los españoles que estamos en contra de la secesión de Cataluña de ese rancio españolismo sería hacer lo que el islamismo radical: responsabilizar a Obama de la película en que se hacen cuchufletas de Mahoma.
Salvo el nacionalismo catalán -apoyado, faltaría más, por el vasco y el gallego-, aquí nadie que de verdad cuente ha dicho una palabra más alta que otra. ¿Alguien se imagina la que se hubiera organizado si en lugar de ser el presidente de la Generalitat quien ha hablado de utilización de las armas lo hubiera hecho Rajoy o un miembro del Gobierno? Los gritos de «¡fascista!» hubieran llegado a Vladivostok.
No, aquí ni hay choque de trenes ni un nacionalismo separatista y uno separador, como afirma el PSC, con esa cobardía y complejo de inferioridad frente al primero que se ha convertido ya en marca de la casa, sino solo un movimiento secesionista que ha decidido jugar su partida al margen de la ley si no puede ganarla con la ley. Frente a ellos no estamos los fascistas, sino los defensores de la Constitución, del Estado de derecho, de la convivencia democrática y de un Estado de las autonomías que es ya, desde hace tiempo, un Estado federal. Ese que, sin saber lo que dicen o sin decir lo que saben, proclama querer construir para salir del paso un PSC que, pudiendo y debiendo ayudar a resolver el problema, ha decidido contribuir a emponzoñarlo. Una desgracia para Cataluña, para el PSOE y para España.
Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 3/10/12