En ese panorama, la patética figura de Artur Mas es fustigada editorialmente en El País: «En los próximos días se verá la incongruencia de una aventura que, además de irresponsable, ha colocado a CiU en una contradicción irresoluble: un pacto con ERC le obligaría a renunciar a su programa económico, y un pacto con el PP, su anterior aliado, supondría abandonar la agenda soberanista. (…) ¿Es Artur Mas el líder que la situación requiere? Pasadas las elecciones, los problemas de fondo de la sociedad catalana, tanto sociales como de encaje en España, siguen ahí y exigen respuestas. Pero CiU es ahora más débil y está más lejos de una centralidad política que nunca debió abandonar».
Junto a él, la nueva y boyante ERC, de cuyo líder escribía Manuel Martín Ferrand en ABC: «Junqueras, y ése es su peligro para la derecha catalana, tiene enjundia suficiente para ser un líder de la izquierda española; pero, instalado en la ensoñación independentista, renuncia al resto de España».
Otra opción, la del PSOE y su federalismo, que desnudaba bien en El PaísJorge del Palacio Martín, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos: «Lo que se ventila en el debate sobre el federalismo es si el PSOE quiere ser un partido nacional, de todos los españoles, o aspira a convertirse en un remedo de partido nacionalista en cada autonomía. (…) Lo que está en juego, en definitiva, es saber si el PSOE quiere enarbolar la bandera de la igualdad o quiere, por el contrario, ser el gestor de los privilegios de unos españoles sobre otros». Sí, en El Periódico, Josep Borrell, en plan Hare Krishna-Hare Hare, seguía proclamando las mágicas bondades del «federalismo»… pero sin más detalles sobre el porqué.
Hermann Tertsch, en ABC, exigía iniciativa al Gobierno central: «Heredó una situación trágica. En gran parte producto directo de la felonía del anterior presidente del Gobierno. Pero, aunque muy dañada, heredó una España entera. Cuando se vaya, esa España puede estar mejor o peor. Pero tiene que ser la misma. Entera. Pasados el delirio y la miseria de Mas, nuestra ruina allí debe afrontarla el Gobierno. Para la reconstrucción. Tiene las leyes, tiene el deber y tiene los medios».
Poco horizonte se ve desde Barcelona. Pilar Rahola aplazaba sus ansias en La Vanguardia: «Si se consigue un Gobierno estable (…) podrán retornar los tiempos de los sueños». Lluís Foix replicaba: «Empieza a cundir la idea de que hemos salido de la legislatura más corta de la democracia y podemos entrar en otra todavía más breve, quizás brevísima».