El modelo norirlandés sugiere que si el Estado legaliza a Batasuna sin la desaparición de ETA, perderá una gran baza para lograr el final del terrorismo, pues le brindará la tutela de la política que ahora le niega. Si, manteniéndose la presencia de ETA, su brazo político volviera a la legalidad, se desincentivaría la renuncia total a la violencia, pues ésta habría resultado útil.
Su sistema de propaganda está muy centrado: ‘Somos el partido de la paz’, dicen. Si asesinas a un montón de gente y de repente paras, entonces te conviertes en el partido de la paz». Así describía Garret FitzGerald, ex primer ministro de Irlanda, las tácticas del IRA y del Sinn Fein cuando el grupo terrorista decretó el cese temporal de su violencia. Respetando una lógica similar, también Batasuna está recurriendo a la propaganda con la intención de presentarse como una formación alejada de la violencia que, sin embargo, se niega a cuestionar la autoridad de la banda y la adhesión «incuestionable» al terrorismo manifestada por ETA. El partido que fue ilegalizado por ser un «instrumento de la estrategia terrorista» continúa desempeñando ese papel, aunque utilizando tácticas de propaganda con las que intenta distorsionar la realidad. Algunas han tenido éxito logrando que diversos periodistas y políticos otorguen credibilidad a declaraciones de los representantes de los terroristas pese a la evidencia que confirma que Batasuna no ha dejado de aceptar la disciplina etarra. Esa propaganda ha convencido a actores democráticos de que las enésimas promesas de Batasuna son en esta ocasión ciertas, sin que la realidad y los precedentes aporten la más mínima prueba de ello. Ignorando que las expresiones de un supuesto distanciamiento de ETA no son una novedad y que en el pasado nunca fueron incompatibles con la sumisión a los dictados terroristas, se intenta rehabilitar la imagen de una Batasuna que sigue implicada en el proyecto que motivó su ilegalización.
Los efectos de esta propaganda eran visibles en un boletín interno de Batasuna que valoraba así la entrevista a Otegi publicada en 2010 en un destacado medio: «Sus responsables han decidido abrir una ventana al Estado español y al mundo entero a Arnaldo Otegi y a la izquierda abertzale. Este hecho oficializa la posición política de la izquierda abertzale y la internacionaliza. ‘El País’ reconoce como interlocutor político válido no sólo a la izquierda abertzale, sino a su líder en prisión. De este modo, agudiza la contradicción flagrante de un Estado, el cual se dice democrático y que encarcela interlocutores políticos por el hecho de serlo. La entrevista en ‘El País’ ha forzado la respuesta del mismísimo presidente del Gobierno que, no lo olvidemos, ha respondido de tú a tú a un preso político vasco, duela a quien le duela». El referente norirlandés ha inspirado las tácticas propagandísticas de Batasuna y sus esfuerzos por simular una separación de ETA. Precisamente la experiencia de Irlanda del Norte es la que desaconseja concesiones a Batasuna como las que reclaman algunos observadores exigiendo su legalización con el argumento de que de lo contrario ETA se cargará de razones para romper la tregua. Gerry Adams aplicó la misma presión buscando el engaño de los gobiernos. Para ello se presentó como el líder del Sinn Fein al que se debía fortalecer con concesiones para que el IRA no volviera a la violencia. De ese modo la existencia de la banda y la promesa de su desaparición le garantizaban beneficios al brazo político de los terroristas, perpetuando al IRA como instrumento de coacción que lograba con la amenaza de más violencia lo que no obtuvo con el terrorismo. Al rentabilizar el Sinn Fein esta retirada que prolongó durante años, se legitimó la violencia reforzándose el discurso de las escisiones del IRA que aún mantienen el terrorismo como instrumento de presión.
Recientes revelaciones han confirmado que algunos actores criticaron esa actitud del Gobierno británico hacia el Sinn Fein mostrándose «más ansiosos» que los representantes del IRA, lo cual debilitaba la aparente pero inconsistente firmeza gubernamental. Destacados miembros del Gobierno irlandés criticaron el «apaciguamiento» del Sinn Fein señalando que «solo obtienes cosas del IRA cuando les aprietas el cuello», pues «cuando juegas con su propaganda, obtienen más logros». Por ello el ministro de Justicia irlandés, en 2005, recomendó que los gobiernos no le dieran al Sinn Fein las «palabras amables» que solicitaban al presentarse como palomas frente a los halcones del IRA. Tal y como hizo el Sinn Fein, Batasuna intenta erigirse en la garantía del final de ETA exigiendo a cambio concesiones que de obtenerlas demostrarían la eficacia de la coacción terrorista. Esa eficacia, por ejemplo en la forma de la legalización de Batasuna sin la desaparición de ETA, desincentivaría a los representantes políticos de la banda para exigir un final que desearían posponer con objeto de seguir extrayendo beneficios. Con esa finalidad, los dirigentes de Batasuna recurren a mecanismos de difusión de responsabilidad que les permiten presentarse como actores que simulan esforzarse por un final de ETA que, sin embargo, no exigen. Siguiendo los pasos del Sinn Fein, buscan generar una falsa sensación de «solidaridad» al autodefinirse como interesados en la paz, cuando lo que realmente persiguen es persuadir a opinión pública y políticos de que éstos deben solucionar los problemas de Batasuna y de ETA.
Esta lógica pretende liberar a ETA de la presión que debe recaer sobre ella, transfiriéndose la responsabilidad por el mantenimiento de la tregua a políticos y ciudadanos, coaccionados para aceptar condiciones que no son democráticas. En absoluto puede serlo favorecer a ETA auxiliando a Batasuna, cuyos dirigentes declaran su compromiso con procesos democráticos en contradicción con sus comportamientos antidemocráticos al intentar beneficiarse de su asociación con ETA. El modelo norirlandés sugiere que si el Estado legaliza a Batasuna sin la desaparición de ETA, perderá una gran baza para lograr el final del terrorismo, pues le brindará la tutela de la política que ahora le niega. Las dinámicas terroristas demuestran que si su brazo político volviera a la legalidad mientras mantiene la presencia extorsionadora de ETA se desincentivaría la renuncia total a la amenaza de violencia, pues ésta habría resultado útil.
(Rogelio Alonso es profesor de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos)
Rogelio Alonso, EL CORREO, 22/1/2011