No hay que exagerar la realidad del terrorismo yihadista en Yemen, ni tampoco minimizarla, para entender por qué al-Qaeda en la Península Arábiga, con un minoritario pero significativo apoyo popular entre los yemeníes, se estaría beneficiando de la situación por la que atraviesa el país.
Resumen: Al-Qaeda en la Península Arábiga (AQPA) ha pasado de recomponerse y desarrollar una notable campaña de atentados en Yemen a implicarse en actividades terroristas fuera del país. El modo en que evolucione la pugna política de Yemen, cuyo desenlace no se prevé a corto y medio plazo estable o carente de una intensa conflictividad manifiesta, no es indiferente para AQPA. Inquieta que la transferencia del poder en el país ocurra de tal modo que las unidades especiales contraterroristas formadas con asistencia estadounidense y británica se disuelvan, queden bajo el mando de sectores del Ejército y los servicios de seguridad en que hay mandos con una trayectoria previa de alineamiento con el yihadismo, o se reformen de un modo que requiera tiempo antes de volver a operar en niveles satisfactorios. Aunque la respuesta a los desafíos nacionales, regionales y globales que plantea AQPA no puede consistir sólo en la actuación de los militares y de las fuerzas de seguridad yemeníes, con un apoyo estadounidense que es negativamente valorado por la población yemení y el escrutinio que llevan a cabo los servicios de inteligencia saudíes. Son necesarios avances en buen gobierno, provisión de servicios públicos y desarrollo socioeconómico, que hoy por hoy no se vislumbran sin implicación exterior, para reducir el potencial de movilización con que AQPA cuenta en el seno de la sociedad yemení o evitar que se incremente.
Análisis: Yemen es un destacado escenario del terrorismo global desde muy poco después de su unificación en 1990. Al-Qaeda dispuso pronto de campos de entrenamiento en zonas remotas del país. En 2000, miembros de esta estructura terrorista cometieron atentados suicidas contra navíos estadounidenses. Desde suelo yemení prepararon en 2002, por ejemplo, la comisión de otros, asimismo contra blancos norteamericanos, pero en Arabia Saudí. Actualmente, en Yemen tiene su base y es desde donde opera una de las principales extensiones territoriales de al-Qaeda, la denominada al-Qaeda en la Península Arábiga (AQPA). Esta organización se constituyó hacia 2003, en el contexto de las decisiones tomadas por el liderazgo de al-Qaeda para adaptarse a la adversa situación creada tras la pérdida del santuario afgano como consecuencia de la intervención militar estadounidense posterior a los atentados del 11 de septiembre de 2001.
AQPA aglutinó inicialmente sobre todo a integrantes de al-Qaeda con origen saudí o yemení que regresaron a su región de origen desde Afganistán y Pakistán después de esos acontecimientos y a otros que se encontraban ya en ella pero cuyas comunicaciones con su matriz de referencia se habían complicado mucho. A ellos se añadieron yihadistas procedentes de otros países del mundo árabe, incluso norteafricanos. Tras perpetrar una serie de atentados en Arabia Saudí, entre ellos alguno tan audaz como el perpetrado frente a la sede del Ministerio del Interior saudí, la emergente extensión territorial de AQPA fue prácticamente desmantelada por las autoridades de Riyad, que respondieron contundentemente, utilizando procedimientos de represión propios de una dictadura de tipo sultanístico, a la ejecución de actos de terrorismo en su propio territorio y contra sus propias instituciones.
Pero AQPA resurgiría a partir de 2006. Esta vez bajo el liderazgo de una serie de terroristas yemeníes fugados a inicios de ese año de la penitenciaría de su propio país en que se hallaban recluidos. La muy precaria autoridad estatal en Yemen, unas agencias de seguridad deficitarias y hasta disfuncionales, fracturas tribales y rebeliones separatistas que afectan gravemente a la cohesión social del país, o su misma orografía, resultaban condiciones mucho más favorables para ello que al norte de Rub al Jali. Así, una facción yemení relacionada con al-Qaeda se convirtió en el componente principal de la progresivamente reconstituida AQPA, cuyas actividades terroristas empezaron a hacerse notorias en 2007, contra blancos extranjeros en Yemen. En julio de ese año, un grupo de turistas españoles sufrió un atentado suicida, resultando muertos siete de ellos. Lo mismo ocurrió con otro belga en enero de 2008. Ocho meses después, en septiembre, la Embajada de EEUU en Saná sería objeto de un nuevo atentado.
Recursos, capacidades y dinámica de AQPA
AQPA parece haber incrementado tanto sus recursos materiales y humanos como sus capacidades desde 2009. En enero de este año fue cuando, a la facción yemení en base a la cual se había reconstituido la extensión territorial de AQPA se unió otra saudí, remanente en buena medida de la organización anteriormente existente con esa misma denominación. Dispone de terroristas entrenados en zonas de conflicto como Irak y Somalia y ha incorporado a no pocos de los centenares de presos por terrorismo yihadista que, de modo más que cuestionable, han venido siendo excarcelados por las autoridades de Saná. Aquel mismo año continuó dirigiendo su violencia contra blancos extranjeros en Yemen. En marzo de 2009 lo hizo, mediante un atentado suicida, contra turistas surcoreanos y, pocos días después, contra la delegación oficial surcoreana que se había trasladado al país árabe a investigar lo sucedido. En 2010, AQPA atentó dos veces contra blancos diplomáticos del Reino Unido en el país árabe.
Antes de finalizar 2009, AQPA intentó por primera vez atentar contra blancos occidentales pero fuera de suelo yemení, como ocurrió con el fallido intento de hacer estallar una aeronave comercial estadounidense en su aproximación a la ciudad de Detroit, el 25 de diciembre. Al tiempo, su estrategia empezaba a mostrar signos de redireccionar su violencia también contra los regímenes de Arabia Saudí y, sobre todo, por la mayor vulnerabilidad de los blancos seleccionados, Yemen. En agosto de 2009 se produjo la tentativa de asesinar al viceministro saudí Saudi del Interior, el príncipe Muhammad bin Naif. Pero dicha reorientación estratégica se hará particularmente evidente en 2010, con un aumento, en especial a partir de mediado dicho año, de los atentados contra blancos políticos, militares y policiales yemeníes, destinados en buena medida a disuadir al gobierno de Saná de que continuara con las iniciativas contraterroristas adoptadas, a cuya implementación fue instado por la Administración de Barack Obama tras el fracasado atentado contra el vuelo 253 de Northwest Airlines. Entre julio y diciembre de 2010, AQPA se atribuyó la autoría de 49 de esos atentados.
Pese a ello, en las propias fuerzas de seguridad yemeníes no son extraños los simpatizantes de los yihadistas, que incluso cuentan con colaboradores en el seno de esas agencias. El origen de esta sorprendente circunstancia se remonta a la alianza de los yihadistas yemeníes, muchos de ellos experimentados en el conflicto de Afganistán durante la década precedente, con el presidente Saleh, que permitió a este último salir victorioso de la guerra civil en que se sumió el país en 1994. Y permite entender mejor, por ejemplo, que AQPA dispusiera de la información necesaria para atentar premeditadamente contra la delegación surcoreana que viajó a Yemen con el fin de investigar el sufrido pocos días antes por unos turistas de la misma nacionalidad. Algo que, afortunadamente, no habían conseguido con el equipo policial de investigación enviado por las autoridades españolas tras el atentado suicida contra nuestros compatriotas en julio de 2007.
Actitudes de la sociedad yemení hacia AQPA
Las principales corrientes salafistas en Yemen, aparentemente respetuosas con la autoridad establecida y críticas con al-Qaeda, han facilitado, con sus ambivalencias y contradicciones, la propagación del actitudes favorables al yihadismo en el seno de la sociedad yemení. Por ejemplo, el clérigo salafista yemení Abdul Majid al Raimi ha hecho público recientemente un texto en el que advierte a los futuros gobernantes de Yemen que combatir a al-Qaeda sería “un gran error” que iría “contra la fe islámica”. Ello, junto a una narrativa que, propagando a través de Internet de mensajes que presentan al presidente Saleh y a sus allegados como apóstatas y cómplices de una ofensiva cruzado-sionista contra los musulmanes, ha intentado beneficiarse de la tradicional desconfianza popular hacia el gobierno, propiciaron que AQPA penetre en ámbitos de la sociedad yemení. Al igual que, en otro sentido, lo hacen una cultura de venganza combinada con la mayor tasa de armas ligeras respecto a la población que se conoce en todo el mundo y lamentables oportunidades vitales para la juventud de un país empobrecido.
El caso es que no menos del 14% de los yemeníes opina actualmente que AQPA es popular en su país. De hecho, un 14% piensa que esa organización terrorista de orientación yihadista defiende verdaderamente al islam y a los musulmanes, el 31% sostiene que AQPA sólo utiliza la violencia porque Occidente la utiliza también y hasta un 48% comparte la idea de que AQPA únicamente ataca blancos que son legítimos. Ello significa que el apoyo social hacia AQPA es claramente minoritario en la sociedad yemení, pero al mismo tiempo significativo, lo que es menester tener en cuenta al valorar su potencial de movilización. Entre uno y dos de cada 10 yemeníes simpatiza con los atentados perpetrados contra el gobierno de su país y los musulmanes que trabajan para el mismo, incluidas las fuerzas de seguridad y quienes lo hacen en las mismas, así como contra turistas extranjeros que lo visiten. Más aún, en conjunto, tanto las acciones como la agenda de AQPA cuentan con un notable nivel de popularidad en la sociedad yemení.
Estos y otros datos proceden de un sondeo de opinión pública, denominado 2011 Yemen Stability Survey, realizado entre una muestra estadísticamente representativa de yemeníes mayores de quince años residentes en las ocho gobernaciones de mayor significación política y económica en Yemen. El trabajo de campo, llevado a cabo según los protocolos y la metodología propios de estos estudios, fue realizado por una consultora especializada, Glevum Associates, entre finales de enero y mediados de febrero de 2011, ya iniciadas y extendidas las expresiones antigubernamentales de protesta en el país. El margen de error para dicho sondeo es de 3,09 puntos porcentuales. El mismo estudio revela que los problemas relacionados con la seguridad y la economía son los que más acucian en estos momentos a la población de Yemen y que la base social del presidente Saleh era considerable pero no mayoritaria. Entre seis y siete de cada 10 entrevistados desaprobaban su gestión y la de su gobierno. Pero también evidencia que para el 96% de los yemeníes Occidente se encuentra en guerra con el islam y que el 85% apoya la creación de un emirato islámico en su país. Conviene notar que Abdul Majid al Zindani, uno de los principales exponentes del partido Islah, ha sostenido recientemente que a Yemen “está llegando un Estado islamista”.
¿Nuevas oportunidades para el yihadismo?
AQPA lleva tiempo tratando de establecer un espacio seguro para la organización en Yemen, donde sabe que puede contar con cómplices y encubridores en determinados sectores militares y de las fuerzas de seguridad. Por otra parte, la propia al-Qaeda ambiciona desde su origen trasladarse a la Península Arábiga, tierra sagrada por excelencia del islam. Yemen sería, en otro sentido, una alternativa al santuario del que aún dispone en el noroeste de Pakistán, caso de complicarse la situación en estas zonas tribales. Teniendo todo esto en cuenta, resulta muy preocupante que, en medio de la crisis que vive el país desde mediados del pasado mes de enero, las operaciones contraterroristas se hayan deteriorado, si no suspendido en la práctica. Numerosos efectivos militares abandonaron sus puestos o fueron acuartelados tras hacerse manifiesta la división en el seno de las Fuerzas Armadas. Otros, correspondientes a las unidades contraterroristas y de operaciones especiales, al mando de hijos o sobrinos de Saleh, fueron reubicados en la capital.
Acosado en los primeros meses de 2011 como presidente del país, Saleh, que nunca fue aliado de confianza ni predecible para los servicios norteamericanos y británicos, activos ambos en el país, empezó a poner trabas a las actuaciones de los primeros contra AQPA, limitando la cooperación que existía a ese respecto. Una cooperación cuyo rumbo, proclive a su desviación con otros propósitos más acuciantes para el gobierno de Saná, como hacer frente a rebeliones ajenas al yihadismo, EEUU sostenía con importantes cantidades de dinero destinadas a las unidades y servicios bajo control directo de Saleh y sus familiares. Esto iba en detrimento de otras instituciones militares y agencias de seguridad, dentro de un sector fragmentado por intereses políticos y personales, en cuya dirección y composición destacaban potenciales adversarios políticos del presidente, incluyendo figuras y colectivos afines al islamismo radical que en los años noventa fueron recompensados con su incorporación a las mismas por haberse alineado con Saleh en la contienda interna frente los otrora contendientes marxistas del sur.
Entre tanto, todo parece indicar que la situación de crisis y conflicto de Yemen se ha convertido en una ventaja para AQPA. Esta se ha desenvuelto con mayor facilidad que antes de iniciarse las movilizaciones antigubernamentales de protesta, tratando de aprovechar la oportunidad de consolidar y expandir su situación en el país. Sobre todo en algunas provincias o gobernaciones donde sus miembros se benefician de la protección concedida, en atención a normas consuetudinarias de hospitalidad y a afinidades confesionales, por las tribus locales. Aunque esta hospitalidad suela reforzarse con entregas de dinero. Entre esas divisiones administrativas destacan las de Shabwa, Marib, Abyan y Al Jawf. Se trata básicamente de las demarcaciones en que ha aumentado notablemente la frecuencia de los atentados contra blancos de las fuerzas de seguridad yemeníes durante aquel mismo período de tiempo. Aunque AQPA anunció a fines de marzo que en parte de Abyan se había constituido un emirato islámico, es poco probable que hayan logrado imponer allí su dominio.
Implicaciones de alcance regional y global
Así pues, respecto al terrorismo yihadista, la situación de crisis de Yemen y la incertidumbre inherente a la conflictiva transferencia del poder en un país con un sistema político tan complejo, constituyen un problema muy serio, de inquietantes consecuencias a medio y largo plazo si la situación continúa siendo una ventaja para al-Qaeda en la Península Arábiga. En primer lugar, constituye un problema para el propio país, donde ese fenómeno, carente de medios y de capacidades para hacerse con el poder, podría sin embargo convertirse en un factor condicionante de cualquier proceso de cambio político. Bien sea porque sus actividades pueden afectar una eventual apertura del sistema político yemení, incluso siendo instrumentalizadas por sectores del aparato de seguridad e inteligencia contrarios a una evolución de esas características. Bien porque entre las autoridades que eventualmente terminen por acceder al poder haya quienes estén dispuestos a componendas que entiendan como mutuamente beneficiosas con AQPA.
En segundo lugar, el terrorismo yihadista es también un importante problema para su inmediato contexto regional de la Península Arábiga y el Golfo, en concreto para Arabia Saudí. Aunque parece difícilmente imaginable que, siendo este último país el más influyente sobre el curso de los acontecimientos en Yemen, no vaya a intervenir en una solución que, sin empoderar más allá de lo que calculen como necesario a un nuevo gobierno en Saná, ni probablemente dejar de mantener a la estructura estatal yemení en su debilidad constitutiva, reduzca al mínimo posible las posibilidades de que al otro lado de su frontera haya un foco no controlado de actividades terroristas contra las autoridades saudíes y sus intereses, especialmente los relacionados con el sector petrolífero. En el mismo escenario regional, un terrorismo yihadista con base en Yemen puede extender su influencia, directa o indirectamente, sobre otros países ribereños con el Golfo de Adén, hacia el Este de África. No en vano, AQPA mantiene ya relaciones con al-Shabab, la organización terrorista asociada con al-Qaeda que opera en Somalia.
En tercer lugar, con un alcance diferente, que no ha de ser sobrevalorado ni negado, la amenaza del terrorismo yihadista basado en Yemen es motivo de preocupación para el mundo occidental, principalmente para EEUU, pero también para países europeos como, en particular, el Reino Unido. Ya en septiembre de 2006, el director general del MI5 británico afirmo públicamente que las tentativas de cometer atentados en el país procedían cada vez más de Somalia y Yemen. En los últimos dos años, AQPA ha planificado y preparado, precisamente desde Yemen, atentados en Norteamérica como el fallido atentado suicida, anteriormente aludido, contra una aeronave comercial estadounidense cuando se aproximaba al aeropuerto de Detroit el día de Navidad de 2009. Igualmente, esa misma fue la organización terrorista responsable, en octubre de 2010, de introducir explosivos en el interior de cartuchos de impresora, que iban a ser trasladados a Chicago mediante aviones dedicados al transporte de mercancías. Añádase a ello que AQPA publica desde 2011, a través de Internet, una revista en lengua inglesa, titulada Inspire, en cuyas páginas emite sus proclamas un influyente doctrinario yihadista de origen yemení pero nacido en EEUU, Anwar al Awlaki. Este individuo, por cierto, es percibido de manera positiva por el 51% de los yemeníes y su popularidad sextuplica a la de Osama bin Laden, siempre de acuerdo con los datos del 2011 Yemen Stability Survey anteriormente referidos.
Conclusión: AQPA ha pasado, en apenas cinco años, de recomponerse y desarrollar una notable campaña de atentados en Yemen, a implicarse en actividades terroristas fuera del país, también en el mundo occidental, y contribuir a la radicalización yihadista entre musulmanes de cualquier parte, pero especialmente entre los de habla inglesa. El modo en que evolucione la pugna política de Yemen, cuyo desenlace no se prevé a corto y medio plazo estable o carente de una intensa conflictividad manifiesta, dadas las fracturas y problemas que sufre su población, no es indiferente para AQPA y su desarrollo ulterior. En términos generales, a un mayor deterioro de la situación cabe anticipar más ventaja para esta organización terrorista, que podría incorporar a un buen número adicional de yihadistas experimentados y cuadros de al-Qaeda procedentes de Irak y Pakistán, por ejemplo, para quienes Yemen se convierta en un destino atractivo con fundadas expectativas de éxito, según su propia métrica de resultados. Ello ocurriría con mucha mayor facilidad en el peor de los escenarios posibles: que en Yemen, uno de los Estados más frágiles del mundo y con indicadores de desarrollo humano muy desalentadores, las divisiones internas deriven en una nueva guerra civil.
Inquieta, en cualquier caso, que la transferencia del poder en el país ocurra de tal modo que las unidades especiales contraterroristas formadas con asistencia estadounidense y británica se disuelvan, queden bajo el mando de sectores del Ejército y los servicios de seguridad en que hay mandos con una trayectoria previa de alineamiento con el yihadismo, o se reformen de un modo que requiera tiempo antes de volver a operar en niveles satisfactorios. El foro conjunto constituido por los partidos de la oposición hizo público el 2 de abril su plan de transición política, en el que se habla de reestructurar las agencias yemeníes de seguridad. Muy poco antes, el 30 de marzo, el movimiento de jóvenes y estudiantes solicitaba la disolución de los organismos yemeníes de seguridad y defensa. Por eso, un arreglo entre el gobierno y la heterogénea oposición como el propuesto por el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), que se haga realidad mediante el apoyo decidido de Arabia Saudí y el aval de EEUU, puede no ser la mejor solución para los yemeníes en lo que se refiere a otros asuntos relacionados sobre todo con la apertura de su sistema político. Pero, en materia de contención y reducción de la amenaza del terrorismo yihadista en y desde Yemen, es el que mejor parece reducir la incertidumbre que inevitablemente acompaña al proceso de cambio en curso en un contexto de tan acusada complejidad y permitir en principio que se mantengan o hasta optimicen las iniciativas ya existentes contra AQPA.
Sin embargo, la respuesta a los desafíos nacionales, regionales y globales que plantea esta organización terrorista de orientación yihadista no puede consistir sólo en la actuación de los militares y de las fuerzas de seguridad yemeníes, con un apoyo estadounidense que es negativamente valorado por la población yemení y el escrutinio que por su cuenta llevan a cabo los servicios de inteligencia saudíes. Son necesarios avances en buen gobierno, provisión de servicios públicos y desarrollo socioeconómico, que hoy por hoy no se vislumbran sin implicación exterior, para reducir el potencial de movilización con que AQPA cuenta en el seno de la sociedad yemení o evitar que se incremente. Ni AQPA como entidad ni su ideología han sido relevantes en el origen y el desarrollo de las expresiones de protesta social de Yemen. Pero sus dirigentes y miembros seguirán tratando de aprovechar las oportunidades que el cambio político les ofrezca, esperando que, si no el caos, la frustración o el descontento generalizados y el declive de las manifestaciones antigubernamentales hagan verosímil lo afirmado el pasado 31 de marzo por el mencionado Anwar al Awlaki: “¿no se da cuenta Occidente de que el trabajo yihadista dará comienzo tan pronto como los regímenes del Golfo se desmoronen?”.
(Fernando Reinares es Investigador principal de Terrorismo Internacional en el Real Instituto Elcano y, entre abril y julio de 2011, Public Policy Scholar en el Woodrow Wilson Center de Washington)
Fernando Reinares, REAL INSTITUTO ELCANO, 29/4/2011