Editorial, EL PAÍS, 17/9/11
Si ETA se hubiera disuelto, o Batasuna se lo hubiera exigido, su situación penal sería otra
La Audiencia Nacional condenó ayer a Otegi a 10 años de prisión por considerarle «miembro de ETA en grado de dirigente». La lógica penal no siempre coincide con la política, pero si ETA hubiera anunciado su disolución es casi seguro que Otegi estaría hoy en la calle; también es probable que lo estuviera si la izquierda abertzale (o el propio Otegi y sus compañeros de banquillo) hubiera exigido de manera creíble la desaparición de ETA y condenado su recurso a la estrategia terrorista.
La sentencia que les condena a tan fuertes penas de prisión constata que «en las fechas de los hechos juzgados» era palmaria la ausencia en los procesados de cualquier actitud que denotara un real distanciamiento de las tesis de la banda. ¿Significa esa referencia temporal que más tarde sí ha habido síntomas de distanciamiento que no han sido considerados? Podría ser, porque en los tres documentos de la ex-Batasuna que analiza, redactados entre octubre de 2009 y febrero de 2010, se reconoce que hay una evolución en esa dirección.
Sin embargo, hay algo que se mantiene en todos los textos y declaraciones: el rechazo a condenar la trayectoria de ETA y el papel central otorgado a la negociación, que no es algo coyuntural sino una «herramienta» a utilizar hasta alcanzar los objetivos finales, según el primero de los tres textos analizados. Ambas cosas están seguramente relacionadas. No condenan a ETA porque justifican el cambio de estrategia con el argumento de que la lucha armada ha impedido la consolidación de la autonomía, lo que hace posible negociar hoy un cambio de marco político a cambio de la retirada definitiva de la banda.
La sentencia es recurrible ante el Supremo, pero juega en contra de que prospere que sus argumentos para no legalizar a Bildu fueron similares a los que ahora emplea la Audiencia: que hay un diseño de ETA tras el giro táctico de la izquierda abertzale; y que el paso de la violencia a segundo plano no implica renuncia a utilizar la existencia de la banda como amenaza latente que condicione la negociación.
A favor de una revisión de la condena jugaría que 10 son muchos años y que considerar sin más que Otegi es y sigue siendo dirigente de ETA resulta bastante increíble e incluso contradictorio. Ha dicho y hecho cosas que no han podido agradar a ETA; aunque es verdad que sus compañeros de partido han dejado de hacerlas y decirlas en cuanto se han visto legalizados y ocupando cargos institucionales.
Editorial, EL PAÍS, 17/9/11