En nuestra región, ETA tendría sumo interés en participar del proceso bolivariano y acompañar la lucha de los pueblos originarios. A través de una de las agrupaciones políticas de su entorno, estaría enviando brigadistas a trabajar en las comunidades mapuches desde 2006; en reciprocidad, líderes de esas comunidades habrían viajado al País Vasco.
La editorial Debate publicó Las conexiones de ETA en América, del periodista español Florencio Domínguez.
En enero de 2010, el periplo de mis vacaciones me llevó, entre otros puntos, a Junín de los Andes (Neuquén). De las amenas charlas que tuve con lugareños, recuerdo una con un joven trabajador. Dijo algo que me impactó.
Sin darnos cuenta cómo, acabamos hablando de política. En ese contexto, dijo que detrás de los movimientos políticos de los mapuches estaba la ETA. Yo no podía creerlo, me parecía una barbaridad. Él estaba tan seguro que comprendía mi incredulidad. Su razonamiento fue más o menos este: si yo estuviera en su lugar, tendría tal cercanía y conocimiento de la cuestión que se acabarían todas mis dudas.
De vuelta en casa, una tarde busqué en Internet si había alguna mención del asunto. Encontré varios artículos de diarios españoles y chilenos de fines de 2009, por ejemplo; y casi nada en la prensa argentina.
En este marzo, el tema volvió desde las páginas de una investigación muy seria: Las conexiones de ETA en América (Debate, 2011), de Florencio Domínguez, periodista español que ya ha escrito una decena de libros sobre la organización guerrillera vasca Euskadi Ta Askatasuna (“País Vasco y Libertad”).
“Miembros de ETA han realizado secuestros a medias con el MIR chileno, han entrenado con las Farc en las montañas de Colombia, han financiado a los tupamaros uruguayos a cambio de su encubrimiento, han dado cursos a los bolches bolivarianos de Venezuela y combatido con la guerrilla salvadoreña. Trabajaron para los servicios secretos sandinistas a las órdenes de los agentes especiales cubanos y se codearon con toda clase de grupos armados del continente cuando estaban instalados en Managua”.
Cada una de las frases de este párrafo puede sorprendernos. A cada una de ellas, Domínguez la desarrolla a lo largo de muchas páginas y exhibe cientos de pruebas. Pero la sorpresa no debe impedirnos que nos demos cuenta de que Argentina no está en esa enumeración, donde figura, por el contrario, hasta el grupo uruguayo que actuó como fuerza guerrillera en las décadas de 1960 y 1970. Esa ausencia tiene una explicación: “A diferencia de otros países de Latinoamérica en los que la presencia de población de origen vasco sirvió a ETA para encontrar redes de apoyo y solidaridad para acoger a miembros del grupo terrorista, Argentina no ha figurado entre los destinos a los que acudían los etarras cuando cruzaban el Atlántico buscando un refugio”, aclara Domínguez.
Ahora, todo parece cambiar. En nuestra región, ETA tendría sumo interés en participar del proceso bolivariano y acompañar la lucha de los pueblos originarios. A través de una de las agrupaciones políticas de su entorno, estaría enviando brigadistas a trabajar en las comunidades mapuches desde 2006; en reciprocidad, líderes de esas comunidades habrían viajado al País Vasco. Para justificar los viajes de unos y otros, se habla de “encuentros culturales”.
De ello se deduce que la radicalización de cierto sector de los mapuches está en consonancia con esta exótica relación, sobre la cual ahora hay mucha más información en Internet… En Chile, hasta se dice que se la puede rastrear en los cables de WikiLeaks. ¿Y en Argentina?
Rogelio Demarchi, La Voz (Argentina), 3/4/2011