El lehendakari, en lugar de desear que ETA «desaparezca de una vez y para siempre de nuestras vidas», podría poner manos a la obra y confiar en la capacidad pedagógica de la Ertzaintza y sus polvitos mágicos. Tampoco está mal la valoración de EA -«ETA y quienes la apoyan hacen un flaco favor a los soberanistas»-, que demuestra lo arraigado de su antiterrorismo, al tachar a los etarras de aliados objetivos de los españoles. O sea, lo peor.
Habían pasado unas siete horas desde que, la noche del domingo, empezó a difundirse la anulación de las candidaturas de D3M y Askatasuna por el Supremo, cuando las llamadas de rigor avisaron de la colocación de una furgoneta-bomba en el Campo de las Naciones. No es muy probable que los terroristas sean dados a la lectura de Machado, pero sí saben que Madrid es el rompeolas de todas las Españas, que cualquier atentado en la capital goza de un efecto multiplicador.
¿Tiene ETA un comando en Madrid? Al menos para dos de los atentados cometidos en 2005, no precisaron de una estructura estable. El 9 de febrero, a las 9.30 horas hizo explosión frente al edificio de Ifema un coche-bomba que causó 42 heridos. El vehículo había sido robado la noche anterior en Guadalajara. El 25 de mayo, otro vehículo, éste robado unas horas antes en El Escorial, hacía explosión en el barrio de San Blas, hiriendo a 52 personas.
Los terroristas tenían infraestructura estable en la capital cuando la Policía detuvo a Ana Belén Egüés y Aitor García Aliaga el 6 de diciembre de 2001. Los otros dos miembros del comando, Manex Zubiaga y Lexuri Gallastegi, de rancia tradición familiar, huyeron y fueron detenidos por la policía francesa cinco meses más tarde. Aquel comando Madrid tenía su base operativa en un piso de Salamanca. En 2002 tuvieron otro talde instalado durante unos meses. El comando Elurra, autor del penúltimo atentado con coche-bomba, el de la T-4 de Barajas, era un comando itinerante y sus miembros fueron detenidos en Mondragón, cuando preparaban un atentado contra el complejo Azca, en Madrid. Los tiempos modernos es lo que traen, la generalización del teletrabajo.
La hipótesis de que ETA haya reconstituido un comando Madrid sería preocupante porque refutaría la convicción generalizada en su extrema debilidad y el alto grado de conocimiento que la lucha antiterrorista tiene de sus movimientos.
Nada es descartable, sin embargo. Ahora que el Ejecutivo de Zapatero está instalado en el terreno de la realidad, sólo falta que aterricen Ibarretxe y sus socios de gobierno. Bueno, y Jesús Eguiguren, que sigue donde solía. Bastaría con que cambien el discurso y los hechos. El lehendakari, por ejemplo, en lugar de desear que ETA «desaparezca de una vez y para siempre de nuestras vidas», podría poner manos a la obra y confiar en la capacidad pedagógica de la Ertzaintza y sus polvitos mágicos. Tampoco está mal la valoración del presidente de EA -«ETA y quienes la apoyan hacen un flaco favor a los soberanistas»-, con lo que demuestra lo arraigado de su antiterrorismo, al tachar a los etarras de aliados objetivos de los españoles. O sea, lo peor. La aportación intelectual corre a cuenta del vicecoordinador de Aralar -«el atentado es deplorable y el camino de las armas sólo sirve para profundizar en el conflicto»- y de un portavoz de lo de Madrazo: «La izquierda abertzale no puede cerrar los ojos por más tiempo».
Esto es lo que hay. Urge un cambio que ponga en la lucha contra ETA algo más que monsergas moralizantes. No sabemos si se logrará el día 1, pero hace tanta falta…
Santiago González, EL MUNDO, 11/2/2009