Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 31/12/11
Cuando Mario Fernández llegó a la presidencia de BBK, su auctoritas silenció la inmediata interpretación política que provocaba su alma nacionalista. Barnizó profesionalmente el cargo de tal manera que se creyó enterrada la dependencia política de las cajas vascas, excesivamente visualizada en la atormentada carrera por una fusión ansiada durante una década. Incluso, su sólido discurso abogaba por la necesidad de este nuevo orden interno, coincidiendo con un momento económico tan delicado y, más aún, en el campo minado que persigue a este tipo de entidades financieras.
Pero ha bastado que llegara el goloso reparto de la tarta que supone el consejo de Kutxabank para que las palabras se las lleve el viento y la profesionalidad en la dirección de la caja vasca resulte un espejismo. Un rápido vistazo a los consejeros propuestos por el PNV despeja toda duda. En su curriculo, el mérito que se aporta para justificar la pertenencia de estos afiliadosjeltzales al máximo órgano de decisión ejecutivo de este poderoso banco va unido sencillamente a su paso por un puesto de representación política.
Sin duda, el PP ha guardado mucho más las formas y, al menos, sus cuatro candidatos surgen del ámbito económico.
La dependencia política de la mayoría del consejo de Kutxabank es innegable. La propia negociación lo ha puesto al descubierto, incluso con un desenlace nada alentador precisamente ahora que el país, demasiado fragmentado al pasar por las urnas, necesita del consenso. El PNV, asistido por el peso económico que representa Bizkaia donde tiene mando en plaza, no ha dejado pasar la oportunidad de apuntalar su poder en una entidad tan estratégica.
Además, hasta parece haber inoculado el virus de la guerra territorial que acompaña ahora a este partido en su proceso interno al comprobar cómo un empresario alavés forma parte de la cuota guipuzcoana que le corresponde a Kutxa. En el futuro EBB puede ocurrir lo mismo. Quizá todo se deba a que la idea en la caja y en el partido es de las mismas personas.
Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 31/12/11