Santiago González, santiagonzalez.wordpress.com, 12/9/12
Qué gran momento se ha perdido la prensa catalana para otro editorial conjunto. La Vanguardia, que antaño llevó el apellido de ‘española’, hoy lleva la antorcha. ‘Catalunya dice basta’, titula a cinco columnas, con una expresión que remite a la célebre canción de Lluís Llach, ‘La gallineta’, aunque en versión ‘chill out’:
La gallineta ha dit que prou,
ja no vull pondre cap més ou,
a fer punyetes aquest sou
que fa tants anys que m’esclavitza. (…)La gallina ha dit que prou, visca la revolució.
Eran muchos, ciertamente. Centenares de miles. Millón y medio dice La Vanguardia. Cierto es que había más gente que no fue, pero toda manifestación es una representación reducida del colectivo al que aspira a representar y no hay razón por la que creer que van a constituir una oposición muy activa frente a los que salen a la calle. No era la manifestación un rompeolas de todos los cabreos, como dicen algunos analistas, tratando de minimizar el componente independentista, era una marcha pacífica, incluso bienhumorada, pero que desbordaba la consigna propuesta por uno de los más risibles presidentes autonómicos del momento, que anima a las bases a echarse a la calle y él se hace representar en la cabecera por aquí su señora y su diputado cojo. Este fue el mismo estadista que en las penúltimas autonómicas fue a un notario para dejar testimonio de que jamás pactaría con el PP.
La manifestación de ayer estaba cuajada de notarios y catalanes emprenyats, de empresarios subvencionados, clases medias, gente de orden en definitiva, qué lejos queda el sueño de Neruda, “asustar a un notario con un lirio cortado”.
Ha llegado la hora de la claridad. El 25 de noviembre de 2003 me cupo el honor de presentar en Bilbao una conferencia de Stéphane Dion, ministro de relaciones intergubernamentales de Canadá, el padre de la llamada Ley de la Claridad, cuyos rasgos principales eran:
La Federación no puede permanecer impasible ante el deseo de secesión de una de las provincias. Por eso, después de una reiterada insistencia de los votantes de una provincia, Canadá convocaría un referéndum para que los secesionistas expresaran su voluntad.
La pregunta del referendum ha de ser clara y sencilla: ¿Quiere usted que Cataluña es constituya como un estado independiente de España a todos los efectos?
La mayoría ha de ser cualificada, tanto en la participación como en el porcentaje de votos secesionistas. Esto es necesario porque la independencia sería un supuesto irreversible y no puede ser tomado por la mitad de los votantes más uno.
Una minoría o territorio incluídos en en el nuevo Estado, que no quieran independizarse tendrán derecho al mismo proceso para permanecer dentro del estado anterior. En el caso de Cataluña podrían ser Barcelona y su área metropolitana. En el de Euskadi, Alava.
Finalmente se harán cuentas para que el territorio que se escinde haga cuentas con el Estado al que perteneció. Inversiones en infraestructuras, barreras arancelarias que han mantenido el mercado español cautivo para las manufacturas catalanas y otras menudencias.
Hay en el nacionalismo catalán que encarna Mas un componente fetichista notable, el que lleva al amante en el momento clave de la cuestión, a decir a la otra parte: “dame tus bragas, cariño”. La moza piensa ilusionada: “Este pillín quiere tema”, pero requiere más claridad en la propuesta: “si quieres hacer el amor conmigo, dímelo y ya me quitaré lo que me tenga que quitarme”. Bueno, pues se equivoca. Lo que quiere de verdad es la ropa interior, el rescate de 5.000 millones, el pacto fiscal. Como escribe Azaña en sus Diarios el 29 de julio de 1937, relatando una conversación con Negrín la noche anterior: “y mientras, venga a pedir dinero y más dinero. (…) “La defección de Cataluña se ha hecho palpable. Los abusos, rapacerías, locuras y fracasos de la Generalitat y consortes, aunque no en todos sus detalles de insolencia, han pasado al dominio público”.
Es evidente que estas consideraciones expresan un punto de vista diferente al que Azañña sostuvo frente a Ortega y Gasset en el debate parlamentario de mayo de 1932 sobre el Estatuto de Autonomía, cuando abogaba por encontrar acomodo a Cataluña en la España republicana, mientras Ortega le advertía que son molinos: “a lo más que podemos aspirar es a la conllevancia”.
No es por la rectificación de Azaña. Han pasado más de 80 años, Cataluña tiene unos niveles de autonomía extraordinarios, pero su satisfacción no parece haber aumentado en absoluto. Siguen aspirando a la secesión. Y mientras tanto, venga a pedir dinero y más dinero. Algo habrá que hacer.
Santiago González, santiagonzalez.wordpress.com, 12/9/12