Maite Pagazaurtundua, EL CORREO, 8/10/12
Uno de los significados para los que se utiliza la expresión ‘the wire’ es el referido a las escuchas telefónicas en una investigación policial. Para los megaadictos a la serie ‘The Wire’ no será precisa ninguna aclaración de lo que sigue. Para los que no la conozcan, baste indicar que la trama narrada se inicia por una investigación policial de asesinatos vinculados al tráfico de drogas, al poder por sus zonas de distribución y que todo esto sucede en la parte más marginal de la ciudad norteamericana de Baltimore. Gradualmente, sin embargo, el flujo de millones de dólares que genera este tipo de delincuencia se abre paso ante los espectadores a la exposición de distintas dinámicas de blanqueo y otros delitos en los que asomarán personajes de una clase política, sindical e incluso religiosa en la que es posible disimular los tipos delictivos clásicos ligados a la corrupción política en el gran teatro de la honorabilidad de los cargos. Vaya por delante, pues, que cuando estos días se recoge en la prensa que el principal empresario imputado en una trama de corrupción señaló ante la jueza del Juzgado de Instrucción número 1 de Lugo la siguiente perla: «Señoría, pero cómo cree que se consiguen las adjudicaciones» tras una operación con nueve meses de escuchas telefónicas y 6.000 horas de grabación no debemos olvidar que también se cuecen habas allende de nuestras fronteras. Pero resulta especialmente desconcertante que la investigación policial de lo que se conoce como ‘caso Pokemon’ haya implicado a alcaldes, exalcaldes y concejales nacionalistas y no nacionalistas, de izquierdas y de derechas, además de los susodichos empresarios y algunos funcionarios públicos. Por la transversalidad política de los presuntos implicados y la mutación genética de algo que conocíamos ligado a cada tajo partidario. Se investigan posibles delitos de cohecho, malversación de caudales públicos, prevaricación, blanqueo de dinero y tráfico de influencias. La policía se ha encontrado con los objetos más variados de la desviación de las normas: desde la anulación caprichosa de multas, o el regalo de relojes de la marca suiza Rólex, cajas de vino o puros, hasta ‘mordidas’, asignaciones mensuales a implicados en la trama y la relación con los flecos de otro caso de corrupción, el ‘caso Carioca’, en el que además de temas como los citados se destapa una trama de prostitución y corrupción en Lugo. «Señoría, pero cómo cree que se consiguen las adjudicaciones». Con el cabreo ciudadano que hay, sólo nos faltaba esta asunción de la corrupción normalizada, justo ahora que necesitamos de la gran política para el rescate que viene y para evitar una conjunción desafortunada de tensiones secesionistas que nos lleven a una ruina completa y transversal: política, institucional y económica.
Maite Pagazaurtundua, EL CORREO, 8/10/12