11-M

No se trata de aprovechar la fecha para ver el lado lamentable de lo que fue una jornada de solidaridad y emociones en la que participaron muchas personas que ayer fueron homenajeadas. Fue también el mayor atentado terrorista en Europa, con lo que significa de barbarie y peligro. Y fue el preludio de una división y de una batalla política desgraciada. Conviene recordarlo para que no se repita jamás.

No creo que haya habido una jornada más dolorosa y emocionante para las generaciones de españoles de este comienzo de siglo que el 11 de marzo del 2004 que ayer se recordó, como sentimientos renovados, en todo el país. Es importante, desde luego, no olvidarla. Ni por las víctimas y sus familias, que precisan ese abrazo social, ni por el peligro terrorista que el 11-M pone de manifiesto y que no ha cesado. Las investigaciones que se van haciendo demuestran que los atentados no fueron una iniciativa local, sino la actividad de un grupo terrorista relacionado con las grandes redes violentas islamistas a las que hay que seguir combatiendo.

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas acaba de hacer público un trabajo, dirigido por la antropóloga Cristina Sánchez, en el que se estudian los mensajes dejados por ciudadanos, la mayor parte de ellos anónimos, en las estaciones en las que estallaron las bombas. Resulta tan significativo como emocionante comprobar que, habiendo de todo (y naturalmente manifestaciones de rabia), el respaldo a las víctimas, la voluntad de estar con ellas e incluso ser ellas de alguna manera -«Todos somos Madrid», «Todos íbamos en los trenes»…- y el ansia de paz son mayoritarios. Conviene recordar en este sexto aniversario que la unión y el afecto social que produjeron los terroristas, que algunos han subrayado que se dio entonces como nunca antes y después, se quebró muy pronto, casi inmediatamente, en un torbellino comandado por la política en la que las acusaciones mutuas velaron el dolor, la solidaridad y hasta el empeño de construir juntos una sociedad abierta.

No se trata de aprovechar la fecha para ver el lado lamentable de lo que fue una jornada de solidaridad y emociones en la que participaron muchas personas que ayer fueron homenajeadas. Fue también el mayor atentado terrorista en Europa, con lo que significa de barbarie y peligro. Y fue el preludio de una división y de una batalla política desgraciada. Conviene recordarlo para que no se repita jamás.

Germán Yanke, LA ESTRELLA DIGITAL, 12/3/2010