Que no se engañe el lector de EL ESPAÑOL por el perfil bajo, casi anodino, de la campaña electoral vasca. Perfil bajo sólo alterado durante los últimos días por la polémica generada por la negativa del número 1 de EH Bildu, Pello Otxandiano, a calificar a ETA de «banda terrorista» y a condenar sus crímenes.
Si la polémica ha conseguido su objetivo, reducir las posibilidades de que EH Bildu supere al PNV, algo que dificultaría enormemente la continuidad de Pedro Sánchez en la Moncloa, lo comprobaremos en poco más de 36 horas.
En cualquier caso, los nervios de los de Otegi durante los últimos tres días de campaña parecen sugerir que las acusaciones de connivencia con el terrorismo podrían haber hecho mella en la campaña de los aberzales. O al menos en sus sondeos internos.
Estas elecciones serán además las primeras en 45 años de democracia en el País Vasco en las que la victoria estará al alcance de dos partidos nacionalistas regionales, uno conservador y el otro, heredero de los postulados de la izquierda radical independentista.
Quizá tengan razón los que dicen que ETA no es ya un factor movilizador del voto, ni a favor ni en contra, en el País Vasco, y que la polémica se ha consumido con más interés en Madrid que en Bilbao o San Sebastián. Quizá la tengan también los que dicen que, gane quien gane las elecciones, el próximo gobierno será del PNV junto al PSE.
No olvidemos tampoco uno de los datos más relevantes conocidos durante los últimos meses: el de que el apoyo a la independencia entre los propios simpatizantes de EH Bildu se ha desplomado desde el 86% de hace una década al 55% actual.
Pero la beligerancia con la que el PSOE ha teatralizado sus reproches a EH Bildu, tras haberles dado la alcaldía de Pamplona y pactado con ellos leyes tan controvertidas como la de memoria democrática, permite intuir que el Gobierno tiene más a perder que a ganar con el resultado que salga de las urnas este domingo.
Una victoria de EH Bildu no sería sólo un punto de inflexión para el País Vasco, ya que sería la primera vez que un partido del espacio batasuno gana unas elecciones autonómicas en la comunidad, sino que también certificaría el error que ha supuesto la estrategia socialista de blanqueamiento de los aberzales.
Y no ya desde un punto de vista moral, sino también desde un punto de vista estratégico. Porque excepción hecha de su conexión con el terrorismo, vehiculada hoy principalmente a través de los presos de la banda, no hay nada en el programa de EH Bildu que le distinga ya de partidos como ERC, el BNG, Podemos o Sumar. Buena parte de sus postulados podrían además figurar sin problemas en el programa del PSOE.
Dicho de otra manera. Normalizado EH Bildu por la propia izquierda, y constatado que los jóvenes vascos apenas saben quiénes fueron Miguel Ángel Blanco o Txapote, ¿qué incentivo tienen los vascos para votar a los partidos de izquierdas nacionales si EH Bildu les ofrece lo mismo, pero con el sello de «kilómetro cero» que tanto se valora hoy en las comunidades autonómicas con un fuerte sentimiento nacionalista?
EL ESPAÑOL lamenta que las únicas opciones con posibilidades reales de ganar en el País Vasco sean hoy nacionalistas. Pero cree que el programa económico de EH Bildu, por más que sea prácticamente el mismo que el de otros partidos que forman parte de la mayoría gubernamental, supone un doble peligro para la estabilidad política, social y económica del País Vasco. Una comunidad que, como en el caso de Cataluña, apenas ha podido resistir el empuje de la Comunidad de Madrid durante la última década.
Los problemas del País Vasco no se solucionan desde luego con más nacionalismo, pero mucho menos con las vetustas recetas intervencionistas de un partido como EH Bildu.
Los lectores vascos de EL ESPAÑOL sabrán valorar, sin duda alguna, cuál de las opciones políticas a su alcance reduce más el riesgo de que las políticas intervencionistas de EH Bildu, o las nacionalistas defendidas por los de Otxandiano, pero también por el PNV y, en distintos grados, por otros partidos políticos, sean aplicadas en la comunidad.
Ojalá estas elecciones en el País Vasco sean el principio del fin del proyecto desintegrador de todo lo que nos une que hemos vivido los españoles durante las últimas décadas, pero sobre todo durante los últimos siete años, desde septiembre de 2017.