21-O: el fracaso histórico del socialismo vasco

José Antonio Zarzalejos, EL CONFIDENCIAL, 22/8/12

El día 21 de octubre próximo podrá comprobarse sin sombra de duda lo que ahora es una certeza demoscópica y moral: el fracaso electoral del Partido Socialista de Euskadi que ha gobernado el País Vasco desde 2009 hasta ahora con la ayuda del PP. Los populares retiraron el pasado mes de mayo su apoyo al PSE provocando así que López haya tenido que adelantar los comicios apenas cinco meses. Los socialistas vascos (25 escaños de 75)recibieron el respaldo del PP (13 escaños) para transferir al PNV (30 escaños) a la oposición tras la involución ideológica que propició Ibarretxe y su plan secesionista.

El lendakari López dispuso entonces de todas las bazas para, desde el poder y con el apoyo suficiente del PP, procurar una profunda transformación de Euskadi. Pareció intentarlo al principio, pero pronto emergió la genética del socialismo vasco que se manifiesta en un gregarismo acomplejado ante el nacionalismo vasco en general y, en el último año, también ante el radical al que desde el PSE -bien a través del propio López, bien mediante el filo abertzalismo de Jesús Eguigurenahora retirado de la política– se ha tratado de manera contemporizadora y, en ocasiones, subordinada. Todas las pretensiones de la izquierda radical abertzale han encontrado en el lendakari una acogida comprensiva, incluso una receptividad mayor a la mostrada por el PNV.

El abandono de buena parte del electorado socialista (se da por hecho que elPSE perderá más de 100.000 votos y hasta ocho o nueve escaños) tiene que ver con la profunda decepción ante el despilfarro por el socialismo vasco de la oportunidad de alterar las inercias nacionalistas de la sociedad vasca que responden a una política de inculturación persistente del PNV en función de la cual todo aquello que no responde a criterios de identidad excluyente resulta ajeno a la idiosincrasia de los vascos. El trabajo del socialismo vasco consistía en enfrentarse al secuestro ideológico de la sociedad vasca por la narrativa épico-nacionalista tanto burguesa como radical que se basa en la existencia de un conflicto multisecular con España y en una incompatibilidad para la convivencia por un supuesto aplastamiento de la identidad de los vascos. Lo que el electorado socialista le pedía al PSE y lo que le reclamaba el PP a cambio de su apoyo era desarrollar políticas que rescatasen a Euskadi de su dependencia -de su adicción- hacia un nacionalismo que ha reformulado la realidad de la sociedad vasca con notable eficiencia y a la que ha conducido hasta extremos tan irresponsables como fueron los que protagonizó el PNV e Ibarretxe con su plan secesionista.

El discurso de López tratando de encastillarse en la defensa de un modelo anticrisis alternativo al del PP en el conjunto de España, además de lindar con el ridículo, implica una gravísima simulación. Cuando el PSE se dio cuenta de su incapacidad para transformar Euskadi, ha desplegado la dialéctica izquierda-derecha para el tratamiento de la crisis, obviando que, pese al privilegiado Concierto Económico, la comunidad vasca ha entrado en un plano inclinado en todas sus variables macroeconómicas. Los socialistas vascos no sólo no han transformado la sociedad vasca; también han administrado mal sus recursos. López no ha sido nunca el hombre para este empeño porque carece de potencia ideológica y se plantea la política y la gestión pública desde el buenismo del más puro zapaterismo. Ya se encargó Rodríguez Zapatero de defenestrar a Nicolás Redondo Terreros, único líder del socialismo vasco con el cuajo suficiente para provocar el por muchos ansiado reequilibrio socio-político de Euskadi.

La aproximación hacia el final criminal de la banda terrorista ETA es un logro que López se adjudicó ayer de modo arbitrario -la organización terrorista está donde está no precisamente por la gestión socialista, sino por una política sostenida de carácter policial, judicial y normativa que arrancó decididamente durante la segunda legislatura de Aznar-, e igualmente simulador y elusivo resultó el discurso social de un lendakari que se va con las expectativas defraudadas. De la experiencia PSE-PP los conservadores salen también lesionados: no tiene explicación que ante los magros resultados de la gestión de López, Antonio Basagoti soportase tan estoicamente la situación creyendo que así obtendrá unos dividendos electorales que le llegarían acrecentados sobre los que ya tiene. Bien le irá al PP si conserva los 13 escaños en Vitoria.

Las elecciones las va a ganar el PNV pero con menos escaños de los obtenidos en 2009 (no pasará según las encuestas de los 23 ó 24) porque la irrupción de EH-Bildu altera la aritmética electoral que llevará a los radicales a la segunda posición del ranking (22 escaños), aunque sin que resulte verosímil ni una coalición ni un pacto explícito entre los llamados moderados peneuvistas y los filo etarras. Cabrían, como alternativas posibles, una entente entre el PNV y el PSE (entre ambos obtendrían mayoría absoluta) -opción de difícil conjugación-; otra entre los nacionalistas y los populares (rozaría la mayoría absoluta y generaría un enorme cúmulo de contradicciones) y, por fin, un entendimiento bajo mano entre el PNV y EH-Bildu de muy difícil gestión para el bizkaitarrismo burgués que observa con alarma el soviet guipuzcoano que ha urdido Martín Garitano et alii.

Aunque pueda parecer sorprendente la mayoría electoral nacionalista (PNV+Bildu) no necesariamente conducirá a planteamientos secesionistas. Primero, porque, antes o después, se desataran las banderías en la fraternidad ideológica del sabinianismo. Segundo, porque la crisis no permite aventuras segregacionistas, y tercero porque las finanzas públicas de Euskadi se basan en un sistema de cuasi soberanía fiscal inédita en una entidad no estatal. Los próximos años estarán dedicados -gobierne quien gobierne en Esukadi, menos Bildu que no lo hará nunca- más a la defensa del enorme autogobierno vasco que a obtener poderes adicionales. Sencillamente porque el País Vasco, de hecho y, en parte, en derecho, es una entidad política muy próxima a la morfología de una relación confederativa con el resto de España. López y su partido han tenido ese inmenso poder en sus manos y lo han malbaratado. Y estas oportunidades perdidas no suelen repetirse en ciclos cortos sino en períodos históricos muy largos.

El fracaso de López y del PSE, y la dilación del PP en romper su acuerdo con aquellos, devuelve a la estratégica Euskadi a las manos de los que, como dueños de cortijo, se creen sus amos y señores. Y que intentarán escribir para el futuro un atractivo storytelling sobre ETA y su lucha. En términos políticos ese es el principal peligro que plantea una mayoría nacionalista:blanquear décadas de crímenes a mayor gloria de los “patriotas de la muerte en feliz expresión de Fernando Reinares.

José Antonio Zarzalejos, EL CONFIDENCIAL, 22/8/12