Ayer fue uno de esos días en los que uno aprende mucho del periódico en que escribe. Emilia Landaluce se hizo con unas declaraciones del Rey emérito de mucho peso para aclarar los intríngulis del 23-F del que se cumplen mañana 40 años, las bodas de rubí. Uno siempre había tenido como héroe del golpe a Sabino Fernández Campo, y aquella frase exactísima con la que respondió al general Juste, comandante de la División Acorazada Brunete cuando preguntó si el general Armada estaba en la Zarzuela: “Ni está, ni se le espera”. Pues ayer supimos por revelación del Emérito que el verdadero desactivador del golpe fue el general José Juste, que llamó al Rey para manifestarle sus sospechas sobre Armada y que, “si Armada dice que quiere ir a Zarzuela, por favor no le recibáis”. Juste llamó después a Sabino para saber si el Rey había atendido su mensaje. La respuesta del jefe de la Casa Real le hizo comprender que sí.

La otra pieza de interés fue el jornal de Arcadi Espada, que remataba con un testimonio de Victoria Prego, la gran cronista de la transición, que explicó la razón de que TVE no emitiera las imágenes del golpe hasta las dos de la tarde del día siguiente, cuando la peña de Tejero se había rendido y los diputados habían recobrado la libertad. “Si en aquel momento damos las imágenes, el golpe gana”. Tenía razón. Las imágenes del Gobierno y el Poder Legislativo humillados y tumbados en el suelo del hemiciclo, habrían creado un efecto mimético en las Capitanías Generales. Millán Astray habría sido el modelo, no un caso aislado.

Esto respecto a los posibles golpistas, pero respecto a la ciudadanía cabe decir que no iba a crear un efecto 2 de mayo en defensa de la Constitución, como proponía aquel editorial de urgencia de El País. No fue un juicio exacto el de Miguel Hernández sobre sus (nuestros) conciudadanos: “No soy de un pueblo de bueyes/ que soy de un pueblo que embargan/ yacimientos de leones/ desfiladeros de águilas/ y cordilleras de toros/ con el orgullo en el asta”. Si doblamos la frente (impotentemente mansa delante de los castigos), ante una cuadrilla de desaprensivos como la que nos gobierna y en Cataluña se vota como un solo hombre para presidir la Generalidad al Juntacadáveres Illa, ¿qué no seríamos capaces de tragar con tanques en las calles? Habíamos llegado a idealizar nuestra imagen, mirándonos en un espejo como la fuente de Narciso. Recuerden el disgusto que le costó a Mayor Oreja decir que el pueblo español aceptó la dictadura con notable placidez.

Ahora cumplimos 40 años del tejerazo, el golpe de Estado por antonomasia en la conciencia colectiva de los españoles. Erróneamente. Fue peor el de los golpistas catalanes: mientras el 23-F duró 18 horas y no dejó rastro, llevamos años con un golpe que está socavando día a día la soberanía nacional, la Constitución, el Poder Legislativo y el Judicial que ya se están trabajando.

Hace cosa de tres años una tuitera cuyo nombre no recuerdo lo clavó en una metáfora precisa: “España es como el Titanic, pero con los pasajeros aplaudiendo”.